parte única.

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Existen varias formas de darle significado al caos, algunos lo describen como algo hermoso que debe suceder para que otros escenarios nazcan, mientras que otros lo aborrecen y llaman «el fin de la paz». Desorden, confusión, pensamientos mezclados y desconcertantes, momentos en los que la decisión correcta no parece tan obvia. Keigo Takami. Eso era el caos para Enji Todoroki, uno único que le ponía al mundo de cabeza; la razón por la que ya sus mañanas en el trabajo no continuaban siendo gélidas y mesuradas como solían serlo y el café amargo no era el único que calentaba sus toscas manos cuando las temperaturas se mostraban crudas y el reloj sonando predeterminado no era una molestia matinal.

El sol de cada amanecer había sido opacado y reemplazado por Keigo Takami. Desde el primer día de trabajo, su llegada triunfal a la agencia, había logrado cambiar el rumbo de las cosas con su presencia. Enji podía recordar aquel momento vagamente, con su mente repleta con tantas imágenes de Keigo que ya se tornaba dificultoso ordenarlas; el menudo muchacho ingresando en su oficina como si esta fuera de su propiedad, exento del nerviosismo que todos los que se presentaban ante Enji portaban. Sus caídos ojos, a primera vista indolentes y hasta aburridos, pero escondiendo ideas disparatadas que pensaban derrocar el régimen de paz tan bien conocido y respetado por aquellos lares. Su forma de caminar hasta la silla y acomodarse en esta, eso sí que Enji jamás lo olvidaría; parecía el rey del carnaval, un Dios reclamando su trono frente a un súbdito más.

Todo lo que pasaba por la mente de Enji en esos momentos y los días siguientes estaba instalado en su cabeza actual como un vergonzoso recordatorio de cómo las personas solemos tragarnos nuestras palabras. Y es que, claro, tener repentinamente a tu nuevo trabajador encima de tus muslos seduciéndote con la mirada no auguraba una estrecha y sólida relación empleado-jefe.

Porque sí, luego de tres largos días de halagos innecesarios y coqueteos descarados, Todoroki terminó entendiendo qué buscaba Takami. Y su reacción fue, claramente, esperada; una negativa rotunda. Pensar en eso todavía le dolía en el orgullo al Enji actual. ¿Quién diría que aquellas rudas manos que una vez apartaron al rubio de él, ahora se paseaban por su piel con suavidad, glorificando al cuerpo contrario? ¿Quién diría que los ojos que una vez ardieron de cólera al encontrarse con los de Keigo, ahora apenas eran una llama contenida por un aprecio amoroso? ¿Quién diría que la boca que una vez le negó todo a Keigo, que le escupió veneno con sus palabras al vociferar cuánto lo quería lejos, ahora se ensamblaba en los labios del muchacho como si fueran hechos el uno para el otro?

El hombre mayor no era el único que no estaba al tanto de cómo su futuro se tergiversaría con los cambios ya mencionados. Keigo se sorprendió al ver que su juego de seducción (en el que a él le gustaba llamarse «profesional») se convertía poco a poco en algo serio. Ya no era simplemente esconderse en los más recónditos y desérticos lugares de la agencia de policías como dos adolescentes cachondos (más Keigo que Enji, para variar) para verse enzarzados en toques ardientes liderados por el rubio y negaciones constantes por parte del mayor (cosa que, poco a poco, se convirtió en simplemente pedir no ser muy ruidosos). Todo dio un giro cuando Takami se encontró, para su sorpresa, en la casa de soltero de Enji.

Estaba claro que su relación se había transformado en algo más o menos oficial, empero todavía era un secreto. Enji no estaba ni remotamente interesado en que todos sus empleados supieran que tenía encuentros con el más nuevo de todos, ya sabía cómo funcionaba el chismerío y no creía tener la paciencia suficiente para aguantarlo. Tal vez todos lo verían como un polvo para descargar tensiones y ya, cosa que en algún momento fue, pero ninguno de los dos lo veía actualmente de esa manera; en ellos habían florecido los conocidos sentimientos de amor con el que muchos ya están familiarizados y denominar a sus encuentros como algo vulgar y descarado parecía más bien un insulto, especialmente porque ya habían salido en citas fuera del horario laboral. Lo suyo era diferente, aunque no lo hubieran hablado todavía.

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⏰ Última actualización: Mar 04, 2021 ⏰

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