CAPITULO 1
·"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca." - Jorge Luis Borges.
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Agua. Aguas desbordadas renuevan mi cuerpo, me saturan de humedad y generosamente limpian todo a su paso.
Ésos son los diáfanos pensamientos que tengo cada vez que me quedo bajo la refrescante ducha. Sin duda, no es el lugar más extravagante, pero sí el más apacible y evocador que existe en toda la casa. Recordando que debo suministrar el agua, aplico el champú sobre mi cabello y lo masajeo, dejo que el agua lo desvanezca a medida que termino de enjabonar todo. Salgo de la ducha en toalla, tratando de no mojar el piso, camino. Me observo en el reflejo del espejo.
Igual que siempre, me veo desgastada.
Observo con vehemencia un par de ojeras bien acentuadas por dormir hasta tarde, y mis ojos demuestran lo vacía que me siento.
Peino el cabello húmedo con un peine, y divido en una línea las dos mitades de pelo. Hago los masajes de cuidado facial coreanos que mi madre me enseñó hace algunos años y dirijo a la habitación. Elijo un atuendo cómodo, pero elegante y posmoderno: Pantalones vaqueros holgados pero ajustados en cintura, tenis Converse negras y blusa ajustada de mangas largas con franjas blancas y negras horizontales.
Busco la mochila negra y guardo allí mi celular y audífonos, snack y un kit de emergencia.
Un sonido me llama la atención y tomo el celular, encuentro el saludo de Howard mostrándose en la pantalla de bloqueo.
H-war: ¿Qué tal Pam? No lo olvides. Vamos hoy a biblioteca. 4:40 p.m. Lleva bocadillos.
Río secamente exhalando por mi nariz. Howard siempre me ha llamado por mi segundo nombre, porque sabe que lo odio. Una sonrisa se dibuja en mis labios.
"Pamela" es mi don, mi maldición.
Camino a la salida, y observo la fascinante tarde que tengo frente a mis ojos. El monte Victoria era el mejor paraje para observar el contraste de la rudimentaria ciudad con el fértil puerto, y los naranjas, amarillos y grises del atardecer.
Tengo una fuerte debilidad por todo aquello que tenga relación con el agua.
Me subo a mi Scooter blanca italiana, la enciendo y me dirijo al túnel bajo el monte y esquivo a los autos de la carretera en medio del ancho tráfico. Conduzco durante unos 4 minutos bajo el túnel, y giro al lado del Hataitai Park.
A la derecha encuentro el Wellington College y giro otras dos veces a la derecha para encontrar el Wellington High School, mi reciente instituto de educación media.Actualmente el instituto está cerrado por las vacaciones de verano, pero la biblioteca estará abierta a petición de algunos alumnos, incluyéndome.
Veo a Howard al quitarme el casco y dejarlo sobre el Scooter. Una sonrisa torcida se pronuncia en sus labios.
Corre hacia mí y dejo que llegue.
- Hola. -digo torpemente y acomodo el casco a un lado de tal modo que no se caiga.
El me da otra sonrisa y dice: -Tranquila, sé que has estado un poco sensible estos días. Pero en todo caso estamos bien. -me da un pequeño beso en la frente antes de tomar mi mano y guiarme adentro.
Howard O. Miller, ha sido mi amigo desde los nueve años.
Tengo una mejor amiga que conocí después también, pero con Howard siempre hubo un roce especial. El sabía muy bien leerme en momentos difíciles y encontraba la manera de hacerme sentir mejor siempre que estuviera a su alcance. Él era ciertamente una persona con carácter fuerte pero con modales tiernos y sinceros. Cualidades que me hacían sentir especialmente cómoda con él más que con otra persona.
Aila siempre estuvo de acuerdo con el extraño apego que con el tiempo habíamos forjado; porque cuando ella me hablaba de tarea, o chicos encantadores y pintorescos yo... yo ignoraba la conversación y terminaba pensando en cosas más toscas e irrelevantes.
Varias veces me he preguntado, ¿Alice, por qué Howard no es tu novio?
Bueno, aunque mi corazón galopara como una yegua en celo por toda la pradera de mi corazón, y él tuviera mi absoluta confianza; no estaba preparada, porque mi experiencia en el amor me había dejado ya bastante mortificada.
No porque hubiese tenido un romance antes, sino porque sentía que si empezaba a amar tanto a una persona, lo haría con desmesurada pasión. Y sé muy bien, tal y como lo cita Shakespeare en Romeo y Julieta, que "Los placeres violentos terminan en la violencia, y tienen en su triunfo su propia muerte, del mismo modo que se consumen el fuego y la pólvora en un beso voraz".
Tal vez suene un poco exagerado, pero cuando se trataba de mi manera de amar, nada le igualaba más.
Y Howard lo entendía.
Pasamos al lado del guardia de turno y la recepcionista de la biblioteca. Leane e Irena eran amigos nuestros, nos vieron crecer y nos regañaron muchas veces por quedarnos hasta tarde en aquel bello recinto.
Pasamos nuestras identificaciones bibliotecarias por el scanner y se registró nuestra entrada. Caminamos en silencio; vislumbré a pocos estudiantes de nuestra secundaria, algunos universitarios y adultos ya pasados un poco de edad, unos niños que jugaban en las computadoras con Wi-fi y nosotros.
Tome a Howard de gancho, y él me hizo una seña para que mirara a los pequeños "pubertos" en las computadoras.
Caminamos un rato más y... me fijé en un libro.
Enseguida sentí un escalofrío extrañamente familiar, que mandó alerta a mis sentidos.
Lo recordaba. Ése era el libro que me había hecho caer en la tentación y la más caótica pesadilla.
Howard se dio cuenta de lo tensa que me puso lo que estaba viendo, así que desvié mi mirada antes de que se diera cuenta de lo que había visto.
- ¿Todo bien, preciosa? - acarició mi mano con suavidad que todavía estaba en su brazo en modo de gancho. Me limité a asentir y darle mi más falsa-dulce sonrisa.
Él titubeó, sabía que no lo estaba, pero también sabía que debía entenderme, él sabía qué me pasaba.
- Okay, vamos. Encontremos a Aila. -Volví a asentir y seguimos el camino.
Miré sobre mi hombro el libro y leí su nombre.
No seas ingenua Alice, supéralo.
Me dije a mí misma.
Pero sabía que algo no estaba bien.
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Con Kari, las Moradas.Paz ✌️.
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Punzadas al Corazón ©
FantasiUn cuento que al principio le parecía inofensivo, en su niñez algo muy preciado. Pero cuando conoció al joven caballero que se relataba en el libro, le apareció en su ser una obsesión poco sana de satisfacerlo caudalosamente. Cayó en sus encantos p...