Capítulo tercero.

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Por la noche, tendido en su cama, las cosas más tontas le asustaban. el crujido de la escalera al otro lado de su puerta. La brisa que susurraba en el jardín. Las ramas del manzano que golpeteaban contra su ventana Ruidos familiares, de siempre; pero que le obligaban a envolverse cada vez en más mantas.

Al final se quedó dormido. Pero despertó en plena noche. O mejor dicho, algo le despertó. Una hoja, otra hoja, otra hoja.¿Qué pasaba? El miedo paralizó su cuerpo. Uno por uno se le rizaron todos los pelos de la nuca. Dentro de la habitación un viento helado soplaba dando vueltas y más vueltas, pero la ventana estaba herméticamente cerrada.

El pequeño Joey empezó a temblar horriblemente debido al miedo y al frío. Aunque estaba muy bien arropado, el frío le calaba los huesos. Y mientras tanto le llegaba del rincón aquel  extraño ruido de páginas que pasaban.

Se dio la vuelta, estremeciéndose. Sobre la mesa, las páginas de su cuaderno de ejercicios seguían pasando. Era el cuaderno de matemáticas. Pero él no lo había puesto allí. Sabía que no lo había puesto allí

Ahora el hedor se extendía por toda la habitación. Un olor a pescado y frutas podridos en habitaciones oscuras.  Luego Joey oyó algo más.
 Ras, ras, ras

No podía mover un músculo. Un aliento helado volvió a soplar contra su nuca. El corazón empezó a latirle como loco. Le castañeteaban de miedo los dientes. Había alguien allí. En su habitación. Lo  sabía. Podía sentirlo.

Permaneció despierto y asustado hasta que en el cielo se asomaron las primeras luces del nuevo día. Solo entonces se durmió.

El profesor fantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora