CAPÍTULO OCHO

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Pocas horas de sueño, y tiempo invertido en llorar y estar al pendiente del teléfono, provocaba en Jungkook un terrible mal humor. Sus ojos estaban adornados con oscuras ojeras, y su rostro decía muy claramente un «no me mires, no me toques, no me hables».

Incluso Yugyeom y Lisa decidieron darle su espacio, simplemente acompañándolo para que no estuviera solo, pero sin emitir alguna pregunta sobre su estado. Jungkook les contaría cuando él quisiera.

Jieun se había percatado del estado de su alumno, y es que la mujer había hecho un curso de psicología y podía notar con facilidad cuando alguno de sus estudiantes no estaba en sus mejores momentos. Claramente ella no podía acercarse y pedir explicaciones, pero en varias ocasiones les había dicho que, si necesitaban alguien que los escuchara, ella estaría ahí.

Por eso cuando notó a Jungkook de ese modo, se limitó a entregarle su examen con excelente nota, deseando que aquello subiera un poco su ánimo, más sin embargo el chico solamente sonrió sin mostrar sus dientes y guardó la hoja, no sin antes haberle agradecido por su tiempo para explicarle luego de clases.

—Ya solo queda un último examen, alumnos, pero estoy segura de que todos lo aprobarán —dijo Jieun a la clase, sonriéndoles con dulzura—. Lo que llevan acumulado es una gran cantidad de puntos, pero no se confíen. Estudien para el próximo examen y salgan igual de bien. Recuerden que si necesitan ayuda, para lo que sea, pueden contar conmigo.

Todos los jóvenes y adultos que se encontraban en el salón asintieron, y se dedicaron a salir del aula, algunos de ellos acercándose a Lee para resolver dudas o para conversar un poco.

Jungkook recogió sus cosas y se colgó la mochila en su hombro, se despidió de sus amigos, al igual que de su profesora, y salió finalmente del salón. Ese día no tenía ganas de nada, así que probablemente llegaría a su departamento y dormiría las horas que había perdido. El recuerdo de su mala noche hizo que su estómago se revolviera en una extraña mezcla de tristeza, decepción y profunda molestia.

Se sentía como un idiota, por caer ante las palabras de Tzuyu y por creer que Taehyung lo llamaría después.

Caminó hasta la entrada de la universidad, deteniendo sus pasos cuando miró a Taehyung apoyado en la puerta de su auto, con los brazos cruzados y con unos lentes de sol que, —lo odiaba por eso— lo habían lucir ridículamente atractivo. Llevaba jeans claros y una camisa de vestir azul cielo, junto a unas zapatillas blancas, y por su atuendo tan fresco, Jungkook supo que no había ido a trabajar y que tampoco lo haría más tarde.

Sin embargo, no pudo evitar apretar sus manos en puños, y con muchísima dignidad caminó hasta la salida, desviando su mirada en cuando Taehyung lo miró y caminando en direcciones a la parada de autobuses, pasando del mayor como si no estuviese ahí.

—¡Jungkook, detente! —lo escuchó gritar, pero el chico ni se inmutó en responderle.

—Vamos, Jungkook, solo un poco más y llegas... —murmuró con la mirada fija en la parada. Solo tendría que esperar a que llegara el autobús, pero podría soportar unos cuantos minutos más que era el tiempo aproximado que tardaría en llegar el transporte.

El sonido del auto a su lado lo tomó desprevenido, y apretó los ojos con fuerza al saber de sobra de quién se trataba.

—Jungkook, cariño, sube al auto —habló Taehyung, manejando lento y siguiendo a la par a Jungkook—. Ven, sube y vamos a tu departamento. Si quieres solo te llevo y me voy.

El chico siguió su camino, sin desviar la mirada para verlo en algún momento. —Puedo denunciarlo por acoso.

—Venga, Kook, solo quiero que hablemos. No me gusta estar enojados.

LA 𝗩𝗘𝗭 QUE 𝗖𝗔𝗦𝗜 TERMINAMOS ៚ 𝗧𝗔𝗘KOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora