Un año

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Andar por la playa siempre me relajaba. Admirar el cielo nocturno, sentir la arena bajo los pies descalzos y dejar que la brisa marina se llevase las preocupaciones eran cosas que ayudaban a despejar mi mente cuando había problemas.

Miro el paisaje costero con nostalgia, hacía tiempo que no paseaba de noche por allí, sólo acostumbraba a hacerlo cuando algo iba mal y desde que me casé, mi vida fue sobre ruedas. Tuve una hija preciosa, ella es la luz de mi vida, la amo tanto que a veces no puedo evitar consentirla demasiado, pero ella es mi pequeña y a veces no puedo negarle sus caprichos; conseguí un trabajo que, junto con el de mi marido, traía el uficiente dinero a casa como para vivir cómodos sin que nada nos faltara nunca.

Pero este último año, algo ha cambiado. Mi marido se está distanciando de mí a un ritmo alarmante, ya apenas me dirige la palabra, tan sólo me mira con pena, y ese brillo de amor y felicidad en sus ojos ahora está totalmente apagado.

Ese es el centro de mi inquietud, éramos felices juntos. Pero al romper el tenso silencio que se forma entre nosotros, el cambia el tema del que le hablaba tan sólo me dice puras incoherencias que siempre tratan sobre nuestra hija. Dice cosas terribles que no me gusta repetir, es como si quisiera gastarme la peor broma del mundo. A veces incluso consigue convencerme, convencerme de que ella se ha ido... para siempre.

Rapidamente niego con la cabeza, odio pensar en esas cosas, ella está perfectamente, sólo se fue esta noche a la casa de sus mejores amigas. Mañana volverá, traerá su maletita rosa con galletas de la madre de una de esas chicas.

Sólo se fue esta noche.

Pero ya la extraño como si hubieran pasado meses.

Sin darme cuenta, mis pies me han llevado frente a la puerta de mi casa, que queda frente a la costa. Sé que mi marido está esperando dentro, a pesar de apenas hablarme se preocupa por mí y debo admitir que él también me preocupa.

—Ha pasado un año — dice cuando yo abro la puerta

Lo miro confundida sin saber que decir. No entiendo de qué habla. Ayer me dijo que hoy sería el primer aniversario, sin embargo no sé a qué se refiere.

—Un año — repite — y tú no aún no lo has aceptado.

—No creo que haya nada que aceptar — contesto calmada — cariño, tú y yo nos estamos distanciando, quiero que las cosas vuelvan a ser como antes

—No puede ser y tú sabes perfectamente por qué — exclama perdiendo los nervios — solo que no lo quieres ver. Sabes que se fue ¡Admítelo!

Varias lágrimas resbalan por sus mejillas. Él está mintiendo.

Sólo se fue una noche.

—Deja esta broma de mal gusto, ella está bien, eres un paranoico, mañana volverá, mañan...

— ¡No! Digeron que sería temporal, pero te sigues mintiendo y cada noche te repites que por la mañana regresará. Admítelo — continua él. Pero yo no puedo seguir escuchando y salgo de allí tan rápido como puedo.

Corro por la calle, perseguida por sus gritos que me llaman desconsolados. Estoy harta.

Subo al coche y arranco. Necesito alejarme, huir. Esto no me hace bien. No me gustan estas bromas.

Sigo con sus horribles palabras en mi cabeza, como si estuvieran siguiéndome detrás del coche, así que acelero.

La carretera se extiende como si no tuviera final, debo llegar lo antes posible. No se a dónde ir pero piso el acelerador con todas mis fuerzas igualmente. Encontraré algún lugar donde descansar de nuestras peleas y mañana volveré. Como mi hija.

Mañana volveremos a estar unidos.

Entonces lo veo. Veo dos luces cegadoras de los faros de un coche. Todo va a cámara lenta, no puedo reaccionar, se estrellará contra mí.

Dicen que cuando estás a punto de morir ves tu vida pasar delante de tus ojos, pues yo lo que veo es la cruel realidad que cae como un cubo de agua helada.

Él no miente.

Ella no está durmiendo en la casa de unas amigas.

Recuerdo su cuerpecito frío, la ropa negra, mis llantos inextinguibles y la gran cantidad de sangre sobre el asfalto caliente. Recuerdo mi propia mentira. Un año de engaño tras una sonrisa falsa. Cada día me repetía lo mismo.

Ahora comprendo que ella no volverá, está muerta.

Murió hace un año.

Yo tampoco volveré.

Cientos de kilos de otro coche acabaron con mi vida.

Un año «Relato corto»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora