Me desperté, mire el reloj. Las tres y media de la mañana. Escuchaba a mi madre discutir en la cocina, al parecer discutía con alguien al teléfono. Hacía mucho más frío de lo usual, me hice bollito en la cama y cerré mis ojos fuerte como para conciliar el sueño. No podía, algo no me dejaba. Mamá seguía discutiendo, me pare de la cama y me acerque un poco a la puerta de mi habitación planeando escuchar algo más
-¡Usted siempre fue así! ¡Vieja amargada! ¡Siempre mete a Haru!- gritaba con furia
Por el tipo de discusión sabía que hablaba con mi abuela. Un sentimiento de culpa recorrió mi cuerpo. Si ayer no decía nada esto probablemente no pasaba. Que chica inútil que soy. Cerré mis puños y me arrepentí profundamente. Mamá merecía más que esto.
-¡¿Sabe qué?! ¡Métase su dinero en el culo! ¡Vieja sucia!- se escucho como colgó y arrojó el teléfono al piso. La escuche sollozar.
Tome valor y abrí la puerta. La encontré en el piso, se cubría la cara con sus manos. Su liso cabello café estaba recogido en una cola de caballo, tenía otro uniforme de trabajo. Alzó la vista y me miro. Su cara estaba roja, tenía lágrimas y mocos por toda su cara. No pude evitar soltar una pequeña risa. Me miro paralizada, probablemente no entendía el motivo de mi sonrisa
-Esta todo bien, mamá- le dije mientras la abrazaba en el suelo. Sentí su cálido cuerpo respondiendo a mi gesto -No la necesitamos- susurre
-P p pero Haru, el colegio, las cuotas, el alquiler, la comida- susurro con preocupación -Ya no puedo más- dijo en un tono casi inaudible
-Esta todo bien, nosotras podemos- la ayude a incorporarse -¿Desayunaste?- le pregunté mientras me apartaba de ella. Negó con la cabeza -¡Bien! Te hare de desayunar- quería borrar aquel sentimiento de culpa de mi organismo. Tenía un dolor en el pecho y una voz en mi cabeza que me insultaba y me recordaba que todo lo que hacía estaba mal.
Me sonrió y se sentó en una de las sillas del comedor. Seguían saliendo lentas lágrimas de sus ojos marrones. Le prepare unos huevos fritos acompañados con el arroz y verduras de anoche. Le alcance un vaso con agua. Me agradeció y prosiguió a comer. Me senté frente a ella
-Conseguí dos empleos nuevos- dijo cortando el silencio que había -Trabajare todos los días hasta tarde. Incluso domingos... los necesitamos- agacho la cabeza
-¿Cuántos empleos tienes hasta ahora?- pregunté
-Diez... no. Once- bajo el tono de voz -Vete a dormir Haru-
Mire el reloj y tenía razón. Eran las cuatro de la mañana, y hoy tenía colegio. Me levante de la mesa y le di un beso en la mejilla. Me fui a la cama y trate de distraerme de cada pensamiento que aparecía en mi conciencia.
El despertador sonó a las siete. Lo deje sonar un buen rato hasta que se me antojo apagarlo. Me levante de la cama sin muchos rodeos. No hacía frío, mamá antes de irse dejo la estufa prendida y se sentía el calor recorrer la habitación. Mire por la ventana y para mi sorpresa no estaba nevando. Me dirigí hacía la cocina y desayune el arroz que sobro y una taza de café. Mire el reloj, las siete y quince. Me tome una ducha, el agua templada recorrió mi cuerpo y despejo mi cabeza. El cálido vapor que había en el baño era bastante reconfortante. Me cambié en mi habitación y decidí ya dirigirme al colegió. Tome mi mochila y un abrigo.
Camine algunas cuadras. El frío entumecía mis mejillas y dedos, casi nos los sentía. El sol era bastante tenue y no iluminaba mucho a su alrededor. Me acomode la bufanda y a la distancia la vi. Era ella. Tenía unos jeans acampanados y un gran saco negro. Algunos mechones de su corto cabello estaban sujetos con un pequeño broche. Sentí otra vez un calor recorriéndome el cuerpo y un cosquilleo bastante sutil. Yuki estaba saliendo de una casa, dentro de esta se escuchaban varios gritos e insultos. Alguien abrió la ventana
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Si mi vida fuera un pintura
Teen FictionLa vida de Haru Satsuki jamás fue fácil. Haru inicia su nueva vida en otra ciudad y en otro colegio. Las cosas salen como ella creía, para nada bien. ¿Podría alguien mejorar su vida? ¿Podría alguien mejorar sus pinturas?