Mikaela Banes arrojó enojada su ramillete en la calle vacía. Luego se desabrochó las correas de sus incómodos tacones altos, se pasó los zapatos a la mano izquierda y se estiró para tirar de las horquillas que sujetaban su cabello en un moño. Finalmente, después de meter los alfileres en su bolso con un gruñido de disgusto, volvió a caminar.
Se suponía que la noche de graduación sería un evento alegre. Gastó más dinero del que le gustaría en su vestido halter rojo oscuro con una abertura hasta el muslo y pendientes de rubí a juego. La madre de Sam se ofreció amablemente a pagar su peinado y maquillaje. Estaba toda arreglada para la noche perfecta.
Pero no... En lugar de una noche especial y tranquila... Consiguió que Sam y Trent se pelearan a puñetazos en el estacionamiento. Los policías se los llevaron a ambos esposados a pesar de que Sam no lo inició.
Ella no volvió al gimnasio de la escuela luego de eso.
Mikaela dejó pasar otro suspiro por sus labios pintados de rojo. Las lágrimas amenazaron su perfecto maquillaje. Inclinó la cabeza hacia atrás y miró hacia arriba con fuerza hasta que el nudo en su garganta disminuyó lo suficiente como para dejarla tragar.
Los faros iluminaban la carretera que de otro modo sería silenciosa. Mikaela instintivamente se movió hacia el hombro.
El motor diesel retumbante era inconfundible. Sabía que Peterbilt no era un camión cualquiera. Volviendo la cabeza, miró las llamas pintadas de rojo y azul que brotaban de una rejilla plateada.
El camión se detuvo y abrió la puerta del pasajero. Sin conductor, pero la cabina estaba demasiado oscura para ver desde el suelo. No fue hasta que subió y la puerta se cerró que una voz profunda y familiar le habló desde los parlantes de la radio:
—No debería estar caminando sola. Las tasas de criminalidad sugieren que las mujeres jóvenes como tu son el objetivo de-
—Lo sé, Optimus.– Mikaela suspiró oscuramente, molesta consigo misma por estar enojada por su difícil situación. Ésta era siempre la suerte que tenía con los chicos. Luego se sintió culpable por casi insultarlo. —...Lo siento. Ha sido una noche de mierda.
—Lo escuché. Bumblebee me llamó por radio cuando no pudo ubicarte. No puede arriesgarse a conducir con los padres de Sam en su vecindad, así que vine en su lugar.
—Gracias. Es sólo... Argh... Lo siento... Tuve que salir de allí.– Mikaela se reclinó en el asiento de cuero y miró con tristeza su manicura roja. ¡Maldito Trent y su bandada de amigos igual de idiotas! —A veces, juro que los chicos solo quieren salir conmigo porque creen que soy bonita. Como si fuera un trofeo para lucirse. Todo lo que quería era bailar con un buen chico, ¿Es demasiado pedir?– Hubo un minuto de paz después. No se atrevió a hablar Mission City. Todavía le daba pesadillas.
Optimus, bendito sea, se mantuvo completamente concentrado en el camino. Durante varios minutos no emitió un sonido más allá de sus motores. Al principio pensó que él la llevaría de regreso a la escuela, pero él giró a la izquierda en el cruce de calles y los llevó en la dirección opuesta.
—Oye, ¿A dónde vamos?
—A algún lugar tranquilo.– fue una respuesta directa.
Condujo hasta una parte relativamente desierta de la ciudad y se detuvo en un campo abandonado. Mikaela recordó este espacio cubierto de hierba. Optimus se estacionó en él. La marca de su descenso cuando llegó a la tierra todavía estropeaba la hierba y los árboles.
—Me gustaría compensar tu noche arruinada, Mikaela.– Optimus abrió la puerta del pasajero para ella.
—¿Eh?– "¿Cómo diablos arreglaría un robot gigante mi noche de graduación?", pensó ella.– ¿Por qué?
—Uhh... Deseo realizar un experimento con mi holoforma, pero mi principal prioridad es resolver tu problema.–
Mikaela sonrió ante su amable oferta. ¿Cómo podía negarse? Optimus no preguntaba porque ganaría prestigio entre sus amigos, y eso marcó la diferencia. Salió, dejando su bolso y zapatos en el asiento. La hierba fresca era suave contra sus pies desnudos. Se pasó una mano por el trasero para asegurarse de que ninguna parte de su vestido se hubiera atascado en el costado de la camioneta.
—Perdóname si esto no funciona, no lo he probado.–
¡Y luego, con un suave sonido de zapping, la imagen de Optimus se convirtió en realidad a su izquierda! Todavía se veía tan regio como siempre, pero medía exactamente seis pies y medio de altura.
Optimus miró sus manos y las placas de su rostro cambiaron sutilmente a su versión de una sonrisa. —Bueno, tal parece que... Funciona.
—¿Optimus?– Ella jadeó.
¿Me extrañaron? Ya era hora de volver a este fandom, ¿No lo creen?
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Un baile para recordar
FanfictionSu baile de graduación se arruinó. Mikaela no puede culpar a Sam realmente. Eso le dio una de sus mejores noches, una en la cual pudo conocer una mejor faceta de aquel líder Autobot.