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La mirada de la mujer estaba centrada en aquelloz brillantes ópticos azules.

—Los hologramas humanos me parecen tan falsos. Útil como disfraz mientras conduzco a la luz del día... Pero cuando estoy solo, prefiero experimentar tu mundo como yo mismo.–

Era extraño ver un Optimus Prime de tamaño humano. En muchos sentidos, le recordaba a una escultura de metal reluciente, su cuerpo tan intrincado y su rostro tan perfectamente formado con rasgos humanoides, pero a la vez alienígenas. Los espacios entre sus placas faciales no eran tan pronunciados a este tamaño. Ella lo miró fijamente. ¿Era posible que un alienígena robótico fuera... Atractivo?

Algo en sus ojos era triste... Atascado en la culpa de perder a Jazz, ver a su propio hermano, su muy malvado hermano, notó en silencio, morir, y el conocimiento de que toda esperanza de restaurar su mundo parecía perdido. Se preguntó si alguna vez pasó sus horas de recarga repasando esto una y otra vez en su mente, viendo lo que podría haber hecho diferente. ¿Podrían los Transformers llorar?

Mikaela se dio cuenta de que estaba mirando demasiado. Ella miró hacia abajo, fingiendo examinarse las uñas.

Optimus extendió su mano metálica, su mirada brilló suavemente a la luz de la luna,

—¿Me permites este baile, Mikaela?–

Mikaela lo miró extrañada.

Espera, ¿Cómo es qué él-? ¡Oh, por supuesto! Internet. Probablemente descargó pasos de baile. "Por favor, por favor, no intentes hacer algo complicado como el tango..."

—Ahm...– Por una vez, ella fue la nerviosa cuya boca se secó. Primero, le preocupaba que él la pisara y se rompiera los dedos de los pies. Luego se preocupó de que alguien los viera. Luego le preocupó que lo disfrutará.

Su radio zumbó a la vida y los acordes de la música de "placer culpable" de Mikaela ondearon en el aire.

—Noté algunas canciones de los años ochenta en tu Ipod.–

Eso la hizo reír. La atrapó, pero nunca la haría admitir que le gustaban las canciones de los ochenta frente a nadie más. Ella exhaló un silencioso agradecimiento porque él no había puesto algo loco, como música de tango. "Está bien, está bien. Puedo hacerlo."

Ella tomó su mano extendida. Era tan sólido como el camión detrás de él y frío al tacto. No frío, solo un poco más frío que su piel. La atrajo hacia sí, entrelazó sus dedos y envolvió su brazo libre alrededor de su cintura. Ella colocó una mano sobre la placa de su pecho. Su cabeza encajaba perfectamente bajo su barbilla. Sorprendentemente, su cuerpo de metal se sentía cálido como un auto dejado todo el día al sol.

Optimus la hizo balancear suavemente con la música. Podía escuchar los siseos y chasquidos de sus articulaciones, mientras se movía con más fluidez que un humano con huesos y ligamentos. Su ritmo era perfecto. No necesitaba preocuparse de que él la pisara.

—Wow.– susurró Mikaela.

Él habló, su voz baja y poderosa vibró a través de su armadura, y le hizo sentir un cosquilleo en el pómulo.

—¿Wow?

—Te siento tan calido. Yo... pensé que el tacto sería... ah- frío.

—Elevé la temperatura de mi superficie a ciento cinco grados Fahrenheit para tu comodidad.– Uno de sus ópticos se inclinó hacia arriba, imitando una ceja arqueada. —¿Estoy demasiado caliente para ti?–

Su pregunta fue inocente, pero ella se rió por el doble sentido involuntario.

—Estás bien y... Eres bastante bueno en esto. ¿Cómo aprendiste?–

Esa sonrisa de nuevo.

—Aprendí muchas cosas a la hora de que tu gobierno me permitió conectarme debidamente a la red de tu planeta.–

Las notas y los acordes continuaron flotando en el aire tranquilo de la noche. Optimus la condujo en círculos lentos y oscilantes.

—Esto es bastante relajante.– reflexionó.

—Sí.– Mikaela dejó que su mejilla descansara contra el hombro de Optimus. —Aquí... Déjame mostrarte cómo lo hacen en un baile de graduación.– Ella sacó su mano de su agarre, envolvió el brazo del mech alrededor de su cintura y cuidadosamente colocó sus manos en la parte posterior de las articulaciones de su cuello. —Ahora, no muevas tanto tus hombros, solo tus caderas y pies.–

Optimus se ajustó en consecuencia. Sus grandes manos de metal ahuecaron la base de su columna vertebral.

—¿De está forma?

—Sí.– el corazón le latía con fuerza detrás de las costillas. ¿Por qué esta reacción? —Te siento natural en esto.–

Su cuerpo cromado relucía bajo la luna.

Un baile para recordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora