Capítulo III

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—Milady, milady

—La voz de su doncella, hizo que Lady Candice abriera los ojos de manera perezosa —¿que pasa, por qué tanto escándalo?

—Debe levantarse —la fiel mucama deslizó las cortinas.

—Dorothy —se quejó la joven —es temprano aún, déjame dormir un poco mas de tiempo, no seas desconsiderada conmigo, sabes mejor que nadie lo agotada que llegué ayer.

—No Milady, debe levantarse ahora —la joven removió las sábanas.

—¿Por que? —preguntó —hasta donde recuerdo hoy es sábado —de un jalón, le quitó las sabanas y se cubrió una vez más.

—Tiene toda la razón, hoy es sábado, pero eso no lo comprenden sus pretendientes —Dorothy jaló una vez las cobijas.

—¿Pretendientes? —Lady Candice se sentó de golpe —¿cuales pretendientes?, hasta donde recuerdo, no tengo ni uno solo —sonrió —todos me rehuyen y los que no lo hacen, me tildan como una revoltosa, así que, déjame dormir un poco mas —hizo un gracioso puchero.

—Pues al parecer los caballeros en edad casadera se han dado cuenta de pronto del gran valor que tiene —Dorothy sonrió —la sala de estar está llena de arreglos florales dirigidos a ustedes, y los que continúan llegando, los he puesto en la biblioteca y la verdad si continúan llegando, la casa pronto se convertirá en un jardín botánico.

—¡Eh! —musitó la joven con asombro —¿hablas en serio? , eso es imposible.

—Le ayudaré a tomar un rápido baño, a vestirse y a ataviarse de manera apropiada y cuando este lista, baja y lo comprueba por usted misma. —decía Dorothy mientras escogía un vestido.

Después de una hora leyendo, nota tras nota, de todos los miembros de la sociedad Londinense, Lady Candice hizo una mueca de desagrado al toparse con un arreglo de tulipanes enviados por Lord Daniel Leagan . "Felicidades por su logro Lady Candice" .  ¿Como puede ser tan descarado? —musitó rompiendo la nota y entregando el arreglo floral a su mucama para que lo desapareciera de su vista. —¿Como se atrevía aquel anfibio desarrapado a dirigirle si quiera la palabra después de lo que le había hecho años atrás durante su presentación en sociedad?. —su estómago se revolvió al recordar aquel asqueroso momento. —¿Era tan difícil aceptar un "NO" como respuesta?. Al juzgar por los acontecimientos siguientes, era mas que obvio, que para aquel reptil que vestía trajes caros, su rechazo había perforado su orgullo de macho Alfa; a partir de ese día, aquella rata inmunda se había dedicado a llevarle la contraría y había logrado convencer a otros Lores para que se unieran a él para crear una muralla que le impidiera al movimiento feminista a conquistar sus metas.

—Tira esto a la basura —le ordenó a su mucama entregándole un ramo de gardenias, en cuando leyó la nota de disculpa.

La fiel mucama se limitó a asentir con la cabeza. Sabia que su joven señora detestaba a quien había enviado aquel arreglo floral. Y lo hacía con justa razón. El Baron Marlowe, su esposa y su odiosa hija eran un claro ejemplo de repugnancia; la joven Marlowe  al igual que sus despreciables padres abusaban de su poder y autoridad y solían castigar a sus empleados a latigazo limpio.

Lady Candice continuó leyendo, y de pronto, un dejo de decepción embargó su corazón al leer la última nota. Nada, no había una sola nota del único caballero que le interesaba.

Resignada a que se quedaría para vestir santos ya que desde el día de su presentación se prometió a si misma que ella escogería al hombre con quien compartiría su vida y no aceptaría a nadie por cumplir con un requerimiento social. Ya había hecho su elección, pero tal parecía que para él, ella no era mas que una muñeca de escaparate a quien no se puede tocar por temor a que se quiebre, una especie de postre que le era completamente prohibido probar. —Suspiró para sus adentros —¿Tan mal me veo? —se cuestionó a si misma —pero y entonces, ¿por que rehuía del constante acoso de Lady Susana? —¿sería posible que aquel majestuoso hombre tuviera otro tipo de inclinación? — la sola idea fue como una afilada daga que se incrustaba en su corazón —no, no, no —se repitió una y otra vez —aquello era imposible. Cuando sus miradas se encontraban, su profundos ojos azules le decían otra cosa, y su manera de buscarla con la mirada dentro de los salones de baile, no eran para nada la forma de una persona con preferencia raras. Pero y entonces, ¿por que demonios no se atrevía a hablarle?

Una Lucha JustaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora