La reina se encontraba en su habitación, esperado que llegaran las damas, de las cuales, escogería tres para su servicio personal y cuidado. Las puertas de la alcoba estaban abiertas y los guardias resguardándola, inmóviles como estatuas.
De pronto, algo hizo que los centinelas abrieran los ojos como platos. Como un lunático se presentó Owen al cuarto de Su Majestad, comenzó a gritarla y manotear. De inmediato, los guardias lo tomaron de los brazos para evitar que le lanzara encima a la reina.
-No me toquen, soy el rey -dijo, con euforia. Los hombres no titubearon, lo sostuvieron con fuerza mientras veían a la reina observar la situación con brío.
-Eras -corrigió Felicia, con una sonrisa burlona en la cara-. Eras el rey querido padre, ahora yo, soy la reina de Lisdan.
-Mi propia hija me ha traicionado -le espetó a la cara con desagrado Owen.
-No, padre -negó efusivamente con la cabeza-. Yo no pedí ser reina, fue usted quien así lo dispuso -le recordó.
-Teníamos un acuerdo -le dijo, como defensa.
-No, señor -negó con tono fuerte-. Usted lleva 20 años tomando decisiones por mí, no más -le aclaró, con severidad-. No me niego a seguir sus consejos padre, pero, como sugerencias no como una imposición -suavizó mientras el hombre daba tumbos tratando de soltarse de los guardias-. Soy la reina ahora, y usted esta bajo mis órdenes al igual que el resto de los seres que habitan mi país -comentó, tocando su anillo de coronación, que le quedaba grande.
-Está bien Su Majestad -dijo, un poco más calmado-. Se hará lo que la reina mande -dijo entre los dientes.
Pese a que la lógica exigía que acogiera con escepticismo aquellas palabras y analizara detenidamente la actitud del príncipe, la reina no quiso darle más importancia y pidió que le dejaran ir.
-Retírese de mi habitación -le indicó con un tono que casi sonó amable, el príncipe obedeció. Acto seguido, se volvió y se encaminó con paso cansino hacia la puerta, que no se molestó en cerrar.
Un grupo de veinte damas apostadas fuera entraron de inmediato en la estancia, por sugerencia del paje. La reina fea, que se sentía contrariada, pero deseosa de cambiar todo, alzó la mano y les ordenó colocarse en un punto.
-Formen una fila, pónganse derechas y miren hacia el frente -dijo, mientras caminó de arriba a bajo por la habitación acariciando la borla de seda que pendía de su cintura. Esas jóvenes eran las hijas de las familias más importantes del país.
Sus edades oscilaban entre los 17 años y 30 años. Tomó el mentón de una por una y las vio lo más cerca que pudo-. Van a decir su nombre completo, qué saben hacer y qué les gusta -dijo la reina, las mujeres se miraron unas con otras, parpadearon, sin acabar de comprender, tartamudearon un poco mientras cada una respondía.
Su Majestad escuchaba lo que decía una por una, a algunas las voz le temblaba... A veces, la reina se acercaba a la joven que hablaba, se acercaba demasiado, luego retrocedía para escuchar a la siguiente.
-Mi nombre es Katherin Aivox, sé leer, escribir, cocer y tocar el piano... -dijo una joven, de cabellos ondulados cobrizos y ojos verdes.
-¿Qué te gusta Kat? -preguntó la reina acercándose a la joven, el olor a jazmín se esparció por toda la habitación mientras la reina se movía de un lado a otro. La joven jamás había olido algo tan divino como el aroma de la reina. La muchacha que tenía 2 años más que la reina, se ruborizó cuando Su Majestad se acercó y pronunció su nombre de esa forma tan amena. La muchacha templó, al recordar que necesitaba que la reina la escogiera, si no, un destino terrible la esperaba.
ESTÁS LEYENDO
LA REINA FEA
Ficción históricaTras pasar 20 años de encierro Felicia Elena se convierte en reina de un país rico que vive en desgracia a causa de su nacimiento... Ella tendrá que enfrentar las actitudes de una sociedad que desconoce. De la que no es parte; porque aunque su exis...