Capítulo 2

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Delila

—¿Cuándo te entregan los resultados? — me preguntó mi hermano, Carlos, el cual estaba sentado en frente de mí.

Estábamos desayunando en la mesita de la cocina, mi papá a mi derecha y mi mamá enfrente de él. Me pasé el trago de jugo y me removí en mi asiento, incómoda.

—En mayo — murmuré, metiéndome una cucharada de cereal en la boca.

—¿Estudiaste? — hablo mamá.

—No, mamá, hice el examen más importante en todo el año y no estudié — respondí con sarcasmo —. Si, mamá, si estudié. Fue lo único que hice en todas las vacaciones.

—Yo creo que te fue muy bien — agregó mi papá con una sonrisa.

Le mostré una sonrisa de boca cerrada y terminé de comer mi cereal. Me aclaré la garganta, limpiándome la boca y levantando mi mirada hacia mi papá.

—Papá, ¿puedo salir mañana con mis amigos a una fiesta?

—¿En noche de escuela? — inquirió mamá y negó con la cabeza varias veces —. De ninguna manera, no eres la mejor de la clase, y tendrás que estudiar hasta que lo seas. Así que de ninguna manera saldrás un miércoles.

Miré a mi papá, sabiendo que el me respaldaría de alguna manera y el frunció el ceño, no hacia mí, hacia mamá.

—Mira, que yo no veo por qué no debería ir Lila a una fiesta. Fueron unas semanas muy estresantes, con ella estudiando y todo — me miró —. Si, cariño, si puedes ir.

Mamá bufó y negó con la cabeza varias veces.

—Si quieres que ella fracase...

Me levanté de golpe, dejando mis platos en el lavamanos y tomando mis cosas. Ella parloteaba de cómo debería concentrarme solo en ser la mejor, que no tenía ningún talento y como no llegaría a ningún lado si no me esforzaba.

Salí de la cocina, pasando por el pasillo ligeramente iluminado por la luz que se colaba de la pequeña ventana encima de la puerta. Crucé la puerta, cerrándola a mis espaldas con un poco más de fuerza de la necesitada.

Me sorprendí un poco al ver el coche de André estacionado enfrente de mi casa, pero me sorprendí aún más al ver que venía solo. Que viniera solo era extraño, considerando que era vecino de Emilio y siempre venían los dos juntos. Tragué grueso y caminé hacia él. Alzó su mirada y me mostró una pequeña sonrisa, ofreciéndome un café en son de paz.

Entrecerré mis ojos, recargándome en el vidrio que estaba un poco abajo y mordiendo mi mejilla. El movía su pierna de arriba hacia abajo rápidamente, cosa que solo hacía cuando estaba nervioso.

Abrí la puerta y me senté, tomando el café entre mis manos.

—¿Veneno? — pregunté, refiriéndome al café.

El negó.

—¿Arsénico?

Negó.

—¿Cloro?

Negó.

—Bien.

Tomé un sorbo, saboreándolo en mi boca. Estaba caliente. Justo como me gustaba.

—Lo siento, por haberme portado así — murmuró.

—Está bien.

Los autos pasaban a lado de nosotros, algunos rebasándonos y nosotros rebasando a algunos más. Estaba mirando por la ventana que estaba medio abierta, haciendo que el frío viento se colara, desordenando un poco mi cabello corto.

Un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora