'•2•' «LOCA»

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Al abrir mis ojos, lo único que puedo ver es la blanca luz que ilumina la blanca pared de lo que parece ser un hospital.

Gracias a la divinidad que se encuentra en el cielo, no logro ver la causa de mis tormentos y todas mis desgracias: la sombra.

Con lo loca que mamá se pone cuando le cuento las extrañas cosas que veo, escucho y siento, no puedo imaginar qué escena me hará ahora.

No me muevo. Me mantengo ahí, mirando hacia la blanca pared que, desde lejos, se ve que le falta mucha vida.

Yo podría darle un poco de vida.  Con mis hermosos pinceles y mis lindas pinturas, esta pálida pared quedaría como un bello arcoíris: llena de vida y hermosos colores.

Unos pasos me hacen saber que alguien se dirige a la habitación en donde estoy. Cierro los ojos, fingiendo estar dormida, para poder escuchar quién viene hacia acá. La persona se detiene justo a mi lado izquierdo y, por el inconfundible olor de su perfume, sé que es mi adorada y comprensiva madre.

—No quiero alejarte...—murmura, mientras con una mano me soba el cabello. -- Pero es necesario, cariño. Es necesario para el bien de todos, para que tu cabecita esté bien. Ya no hay vuelta atrás.

¿Qué? ¿Mi cabecita bien? ¡Pero si mi cabeza está en perfecto estado! Aunque bueno, ¿no es tan normal ver lo que yo, cierto? Pero eso no es por una enfermedad...¿O sí? Ya estoy harta de todo esto.

Abro los ojos, dispuesta a enfrentar a lo que sea que mamá se haya referido. Aunque su mano aún sigue en mi pelo, me impulso hacia atrás, sin importarme la brusquedad con la que cayó su mano.

—¿Te sientes mejor?—Pregunta, cosa que me hace soltar una risita cargada de sarcasmo.

—¿A qué te refieres con "alejarme"?— Directo, claro y conciso.

Su boca se abre mínimamente, pero ni una palabra sale de ella, ni un sonido, nada. 

—¿Entonces, madre?—insisto.

—Cariño... tú sabes que te queremos, pe—

Ni una mierda.

—Me quieren— interrumpí al mencionar lo que antes dijo.—¡¿Me quieren?! 

—Mile, no me grites, ¡soy tu madre!

—Mi madre—repetí. A este punto cualquier persona pensaría que en verdad estoy loca— ¡¿Y cuando te contaba cada cosa extraña que veía, eras mi madre y me escuchabas?!

—¡Entiende que nada es real!— Oh, vale. Sí debo estar loca, entonces— ¡Todo lo creas en tu cabeza! ¡Eso nos dijo un doctor!

Desconcertada, la miré fijamente a los ojos. ¿Un doctor, que siquiera sabe qué es lo que veo, dice que lo crea mi cabeza? ¡Ojalá y fuera así!

—¿Y qué piensan hacer, eh? ¿Van a deshacerse de mí?— inquiero— ¡¿Me encerrarán en un manicomio, como si fuese una loca?!

Un fuerte sollozo abandonó la boca de mi madre, y tembló, un leve temblor arrasó su cuerpo. Cuando intentó, nuevamente, abrir la boca para quizá decir algo, mi padre apareció en la habitación con su habitual cara de molestia.

—¿Qué está pasando aquí?

Vaya, al menos no fue hipócrita y fingió estar preocupado por como me encuentre.

—No voy a ningún lado— solté entre dientes. No pienso ir a ningún manicomio como si fuese alguna clase de enferma mental, estoy segura que esa sombra es real, que de alguna forma es más que una simple alucinación o imaginación mía.

—Eso no lo decides tú, eres menor de edad. Soy tu padre, Melissa es tu madre, y juntos hemos decidido que por el bien de todos y de nuestra imagen social, te vas a consultar con un psiquiatra y, si él lo indica, te vas a un hospital psiquiátrico.

—¡Que no! ¡No voy a ningún lado, entiendanlo!

Un fuerte dolor arrasó mi pecho, mi corazón dolió. Las lágrimas se presentaron como cascadas en mis ojos llenando mi rostro de ese líquido salado. La decepción que siento hacia mis padres  por no haberse preocupado antes, por no creer en las tantas veces que les conté lo que me ocurría, por ahora siquiera sentarse a charlar conmigo y preguntarme más a fondo lo que siento, por quererme enviar a un puto psiquiátrico cuando estoy segura de que no estoy loca.

Mil...

No.

No llores.

Los sollozos que abandonaban mi boca, repentinamente pararon. El miedo se presentó. Las ganas de mirar a todos los rincones a ver si aquella espeluznante sombra había aparecido nuevamente, también, pero no quiero. No quiero mirar y ver que sí está y hacer algo con lo que mis padres se convenzan de que sí estoy loca y directamente me envíen al loquero.

Volteé la cara, temerosamente, hacia mi lado izquierdo y vi a mis padres dados de la mano. La cara de mi madre, roja como un tomate, y la verdad no sé por qué llora, si tantas veces me dijo que solo quería llamar la atención.

— Váyanse a la puta mierda— expresé, con los dientes tan apretados que un leve calambre se iba haciendo presente.

—¡Mira como nos hablas, muchachita!— y cuando mi padre quiso avanzar hacia mí, con una mano hacia el frente como si quisiera golpearme, una fuerza invisible lo arrastró hasta que su cuerpo tuvo un fuerte y sobrenatural choque contra la pálida pared blanca.

Lo único que emitió mi padre, fue un fuerte quejido... Como si se hubiera roto algún hueso.

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Tormentos© [En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora