'•1•' «MIEDO»

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Miedo es lo que siento al abrir los ojos y ver, otra vez, una sombra que se pasea por  mi armario. Las ganas de gritar son enormes,  pero me aguanto,  justo ahora,  con mis padres en casa,  no puedo hacer lo que ellos llamarían "una escenita".

No. No. Miedo le queda muy corto a lo que estoy sintiendo al ver esa cosa sin forma alguna, pero que sin duda es notable que solo es una sombra que está ahí para atormentarme. Para hacerme sufrir y querer dejar de existir. 

Me tapo con la cobija, como si fuera un escudo anti demonios y rezo para que, cuando saque la cabeza de la cobija nuevamente, esa cosa tormentosa ya no esté. Mis plegarias fueron escuchadas y atendidas por la divinidad que se encuentra en lo alto; Cuando saco la cabeza la sombra ya no está en mi habitación. Siento un gran alivio en mi corazón,  que antes latía apresuradamente.

Y es que no es la primera vez que veo eso, no, hace ya un tiempo que esa cosa rara apareció en mi vida. No sé qué es o qué quiere; solo sé que aparece cada mañana, ya es como algo rutinario. Unas veces solo es una sombra lo que veo, otras veces son voces las que me despiertan y otras son los ardores de rasguños en mi piel lo que me hace  dar sobresaltos de miedo, dolor y pánico al abrir mis ojos. Algunas veces he llegado a sangrar, motivo de las profundas rasgadas.

¿Qué si le he contado de esto a alguien? La respuesta es sí. Le he contado a mi familia, y lo único que me dicen es que deje de hacerme daño para llamar la atención. Un triste caso, la verdad. Si supieran como odio ver mi piel marcada, cada vez más destrozada en contra de mi voluntad. 

Me da tanta impotencia que digan semejante idiotez. Y no es tanto por mí por lo que lo digo. Es que si en verdad fuera una chica que se autolesiona, en vez de ellos decir semejante mierda, deberían ayudarme, llevarme a terapia y ver qué estuviese causando aquello.

Pero ojalá solo fuera una chica deprimida que intenta llamar la atención. Así, al menos, no vería la monstruosidad que veo, siento y escucho cada mañana. No tuviera un tormento tan grande. No sufriera el infierno de estar en esta situación de tanto horror.

Ya bañada y vestida bajo a desayunar, donde ya se encuentra toda la familia... o la que aún queda en casa, desayunando.

—Buenos días—saludo de mala gana. Cada vez que veo algo así mi día es una mierda y, con ello, mi malhumor aumenta.

—Mile, cariño, ¿Por qué esa cara tan...?—pregunta la hipócrita de mi madre.

—¿Qué quieres que te cuente, madre, eh?—finjo interés, interrumpiéndola —que una vez más desperté, vi esa sombra que tantas ganas de morir me da, ¡Y no tengo ganas de una mierda!

—¡No le grites a tu madre, Milena!—la defiende mi padre.

—Son tal para cual.

Agarré mi mochila, la colgué de mi hombro izquierdo y salí a paso apresurado hasta la parada de los buses, que es donde me esperaría el bus escolar.

El bus hace parada, subo y me siento en el lugar más solitario que, por suerte, está junto a la última ventanilla de atrás.

Busco en mi mochila los auriculares y mi teléfono móvil. Pongo música a todo volumen y me recuesto del cristal, dejando los pensamientos de lado y relajándome un poco.

Unos toques en mi hombro me hacen abrir los ojos.  Sí, me quedé dormida. Con el miedo que me da en las noches, muchas veces duermo poco, razón por la que en las mañanas suelo estar más agotada que nunca.

—Ya hemos llegado, Señorita.

—Gracias.—agradezco al conductor por haberme despertado y bajo corriendo del bus.

Al entrar al pasillo de los salones, camino hacia el área de biología, que es la asignatura que me toca a primera hora.

Me congelo a medio pasillo. Un desgarrador grito sale de mi garganta. Un dolor punsante se hace presente en mi cabeza. Mi cuerpo se pone frío. Yo me pongo fría por completo. Un escalofrío arrasa con mi cuerpo y mis vellos se erizan. Estoy completamente tensa.

Esto no puede estar pasando. No es posible. No es real. Solo existe en mi mente. Sí, eso es; solo existe en mi mente.

Pequeña, Mil...

No, Mil no. 

Al ver la horrible sombra moverse hacia donde me encuentro, otro horripilante grito brotó de lo más profundo de mi ser. El dolor de cabeza se intensificó  y mis piernas temblaron. Yo temblé. Mi mis rodillas estaban fallando en medio del pasillo, cayendo.

A mi alrededor, en segundo plano, solo  pude escuchar, en algunos susurros:

—Ahora si le atacó lo loca.

—¡Deja de querer llamar la atención, Milerda!

—¿Pasar pena por querer llamar la atención? Que bajo caes.

—¡Aquí no te daremos la atención que en tu casa te ha faltado!

Esos solo fueron algunos de los tantos comentarios que se escuchaban en el pasillo, pero para mí estaban como en segundo plano, en uno que se sentía muy lejos del temor que estaba sintiendo.

—Yo no quiero llamar la atención de nadie! ¡¿Qué no ven que esa cosa me quiere hacer daño?!—grité desesperada, aterrada y con mucho miedo, mientras señalaba hacia donde veía aquel cúmulo de negrura, sin poder descifrar si tenía alguna forma concreta.

—Es solo tu loca cabecita.

—¡Basta! ¿Qué pasa aquí?—inquirió el director.

—Señor director, señor director, ¡Eso me quiere matar! ¡Auxilio!—grité al ver a la sombra que se movía, acercándose a mi.

—¡Está teniendo un ataque! Andrea, llama a sus familiares! ¡Ahora!—le gritó a su secretaria.

Pero yo no fui consciente de qué más pasó, solo sé que sentí cómo mi cuerpo descendía y luego cómo chocaba con algo plano y duro, lo que supuse fue el suelo.

•••
Esta historia no es tan larga, por lo que los capítulos tampoco será muy largos♡

Tormentos© [En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora