El hombre de cabellos negros se paseó por la misma habitación cinco veces en menos de dos horas, movía el velador de noche hacia delante y atrás buscando algo con desesperación, abriendo el pequeño escape de aire que estaba detrás de este, husmeando con su mano, metiendo casi hasta el hombro ¿Qué buscaba tanto? Se notaba lo angustiado que estaba en su rostro y por la sudoración que bajaba por su frente nublando su vista. Se levantó una vez más, convencido de que su búsqueda era inútil, tomó aire, su tórax se infló a tal punto que creí que estallaría en ese mismo momento y luego botó el aire que había llegado a sus pulmones de la manera más ruidosa posible.
- Puedes salir – lo escuché decir -. He venido más de tres veces esperando a que te dignes a salir ¿Querías robar la cocaína? - caminó hasta el ropero de madera oscura en el que me encontraba - ¡Sal maldito ladrón! - golpeó una de las puertas creyendo que me haría daño - ¿Dónde está la cocaína? ¡Me volaran la cabeza por tu culpa!
Comenzó a golpear el ropero de manera escandalosa, pegando patadas y manotazos, yo no sé de dónde había sacado tanta fuerza, pero mis manos sostenían ambas puertas a tal punto en el que no podían abrirse. Cerré mis ojos con fuerza, deseando en poder volver a casa donde me encontraría seguro, deseando poder salir de esta habitación aún que fuera una milésima de segundos para no tener que ver más desde la oscuridad del ropero las atrocidades que ocurrían ahí dentro. Al momento de abrir mis ojos me encontré sobre la cama, la misma en la que mi cuerpo había sido hallado hace dos meses atrás ¿Cómo había llegado ahí? Sólo deseé salir del maldito ropero y ahora el hombre que estaba intentando matarme a patadas y manotazos me observaba petrificado a un costado de los pies de la cama.
- ¿Cómo mierda hiciste eso? - preguntó helado, pálido, yo respondí escogiendo mis hombros, no sabía la respuesta - ¿Estás vivo? - levanté mi mirada para ver sus ojos verdes como la maleza, yo negué - ¿Por qué no ha venido a buscarte si es así?
- ¿Puedes verme? - pregunté evitando responderle.
- ¡Claro! - caminó hasta mí - sólo porque hipotéticamente también estoy muerto, por haber firmado un contrato – suspiró - ¿Viste quién tomó la cocaína? - asentí - Dime.
- Unos tipos de piel trigueña, hablaban español.
- ¡Esos hijos de puta entraron a mi hotel! - llevó sus manos a su cabeza y dio una vuelta en su eje -. Escúchame, arreglaré un asunto primero y luego veremos cómo sacarte de esta mierda de hotel.
Sin más nada que decir sacó su chaqueta negra con líneas grises delgadas, arremangó su camisa hasta sus codos y soltó los suspensores que sujetaban el pantalón a sus hombros, caminó hasta la salida y cerró silenciosamente la puerta, lo único que sonó en esta fue la cerradura al ser pasada. Solté un largo suspiro de alivio al encontrarme nuevamente solo en ese lugar.
[...]
La música jazz de tres habitaciones más allá se escuchaba claramente por todo el sexto piso del hotel, incluso podía pensar que unos pisos más abajo también estaban siendo inundado por las trompetas de Louis Amstrong. Trataba de tapar mis oídos mientras me encontraba en posición fetal sobre la cama, no quería seguir escuchando esa estúpida música, me estaba cansando e incluso estaba poniéndome en un estado de irritación terrible, el lugar ya era bastante terrorífico y el viaje del sonido de las trompetas hasta mi limbo sonaban terroríficas.
En este hotel pasaban cosas extrañas, donde las muertes de todos los días eran lo menos horrible que sucedía. Esta habitación era mi castigo, seguramente era mi infierno porqué desde aquí podía escuchar claramente los gritos de hombres y mujeres siendo torturados desde el sótano, mis sentidos se habían agudizado a tal punto de escuchar la suela de los zapatos al tocar el piso, era desesperante, no podía calmar los ruidos ni siquiera tapando mis oídos con la asquerosa almohada de fundas lavandas, que para peor suerte emanaban un tipo de hedor entre lágrimas, sangre, incluso orina.