Supongo que mi error ha sido querer estrangularla y no haberlo hecho.
Ninguang me agarra del pelo y me obliga a encarar mi reflejo en el inmenso espejo de su ostentoso cuarto de baño. Entre el vapor reconozco mi cara: la boca entreabierta, incapaz de silenciar todos los sonidos vulnerables que brotan de mi garganta (si no de mis entrañas), los ojos casi en blanco bajo unas cejas contraídas...
—¿Lo vas a seguir negando, Keching? —me pregunta en el oído.
Estoy arrodillada sobre la encimera de granito donde se encuentra el lavabo y ella está en pie a mi lado, casi detrás. Mi pelo escapa por su puño cerrado a la altura de mi nuca, y su otra mano sigue dentro de mis bragas.
—Que no ha... sido... por... ti —consigo jadear.
Juro que es cierto. Hace varios minutos, cuando he deseado acallar sus impertinencias estrangulándola, he recordado lo mal que me fue la última vez que discutimos y he optado por continuar mi «tarea»: se suponía que debía darle un masaje.
Sí... suena descabellado, pero tiene una explicación. A primera hora de esta mañana descubrí que Ninguang se había llevado todas las lunas de cerámica de la joyería Mingxing. ¡Y había pagado el doble de su precio! No me han vendido ninguna a pesar de que mi encargo llevaba confirmado tres meses.
Y he explotado.
Me ha fastidiado en demasiadas ocasiones ya. Suelo ser una persona serena, apacible. Se supone que, de hecho, soy el equilibrio terrenal, ¿no? Es igual, ha sido la gota que ha colmado el vaso y por eso me he presentado en su cámara de jade.
—No me convences, Keching.
—Es más que... evidente que tu presencia... no me afecta... en absoluto —le digo mostrándole los dientes.
Sus dedos se deslizan de arriba abajo por el interior de mis bragas. El tacto hace que me estremezca. Se me escapa un gritito.
—Estás chorreando —comenta recreándose en la última palabra con satisfacción.
Libera mi pelo para enfatizar un bostezo completamente falso.
¡Es insufrible!
Aprovecho la libertad que me ha concedido para volverme hacia ella. Tiro de su toalla hasta que cae.
—Eres tú la... la que... tiene los pezones tiesos —gruño.
Empiezo a recuperar el aliento. Le rodeo los pechos con mis manos y me aseguro de que tome consciencia del estado de su cuerpo.
—Es porque hace frío, llevo un rato largo desnuda —responde. No obstante, la chimenea está encendida. La apretujo entre mis manos, veo cómo trata de ocultar unos ronroneos de placer cerrando la boca.
... y sonrío porque su delicada máscara de impasividad se acaba de resquebrajar.
—¿Quieres otro masaje, Ninguang? —le sugiero en tono burlón—. Apuesto a que pasarás una laaarga temporada recordando el que te he dado antes.
Mis palabras consiguen que ella vuelva a enrojecer, pero no hay manera de que se rinda. Quiero que lo haga del mismo modo que tuve que hacerlo yo al perder la apuesta a la que me desafió durante la violenta discusión por las lunas de cerámica. Juro que Ninguang hizo trampas; sus secretarias, criadas y demás personas que estaban como testigos tuvieron que darse cuenta.
A pesar de todo, nadie ha hablado en su contra.
Por eso estoy bajo sus órdenes durante la próxima semana. Y tengo suerte de que solo me haya pedido que sea su criada, pues si yo hubiese ganado le habría obligado a dimitir de las siete estrellas. Una mujer como ella, que es poco más o menos que una matona, no merece gobernar en ningún lugar. Mucho menos en Liyue.
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Chispas eléctricas [Genshin Impact] [KechingxNinguang]
FanfictionTras varios golpes de mala suerte, Keching se ve en la necesidad de enseñarle a Ninguang una valiosa lección: es ella, Ninguang, quien se siente atraída por Keching y no al contrario. No obstante, la líder de Liyue tiene una perspectiva de la situac...