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—Tenemos que acabar con esto, Keching.

—Dime algo que yo no sepa.

Ninguang acaba de cerrar la puerta de su despacho. La he estado evitando desde que nos pasamos toda la tarde haciendo el sesenta y nueve porque... bueno, no me gustó despertarme acurrucada entre sus brazos esa tarde.

Fue mutuo, pues ella obviamente habría podido encontrarme en su casa y no lo ha intentado.

Acabamos de cruzarnos en el pasillo y me ha pedido que la siga. Lleva la caja de madera del otro día en las manos. Me intriga.

—Hasta el momento hemos tratado de desenmascarar la mentira que hay aquí presente mediante métodos equivocados. —Tuerzo los labios al ver cómo enarca levemente las cejas, su mirada se vuelve significativa como una cuchillada. ¡Me señala como culpable, la muy cerda!

Me mantengo serena.

—Si eso es todo lo que vas a decir, puedo afirmar que estoy completamente de acuerdo.

—Es una premisa para la propuesta con la que creo que podríamos resolver por fin nuestra disputa. —Parpadea lentamente, recreándose. Es obvio que le gusta oírse hablar—. Sé cómo podemos descubrir quién es la que realmente está disfrutando de sus fantasías más salvajes.

—Tienes toda mi atención, Ninguang.

—Te he ofrecido mi especialidad, algo placentero que, normalmente, las mujeres siempre me piden que repita una y otra vez.

—¿Todas las mujeres? —me burlo. Dudo que las mujeres como Ganyu disfruten de su maestría con el cunnilingus.

Me mira un poco exasperada.

—En cualquier caso, Keching, a ti te gustó. —Abro la boca para contradecirla, pero ella no me permite interrumpir su charla—. Del mismo modo que a mí me gusta que me toquen.

Me sorprende que lo admita, pero cuando voy a señalarlo... comienzo a captar su propuesta.

—Sugieres que lo resolvamos con prácticas que no nos gusten de forma habitual —deduzco.

—Eso es.

—¿Y qué es lo que a ti no te gusta que te hagan, Ninguang?

Siento una curiosidad genuina.

Por supuesto, ya ha reflexionado sobre el tema y apenas tarda un instante en juntar las yemas de los dedos para seguir disfrutando de su propia cháchara.

—¿Sabes eso de restregar las vulvas, Keching?

Levanto la mirada, sorprendida.

—¿La tijera? Sí, claro. —Parpadeo—. ¿En serio? ¿¡Eso no te gusta!?

Ninguang niega con la cabeza. La melena se le alborota alrededor del rostro y los hombros.

—Intentar tener precisión con una parte del cuerpo sobre la que apenas se tiene control es muy frustrante —replica, casi irritada. Quizá porque le parece que la estoy juzgando—. Demasiado esfuerzo para una recompensa paupérrima. ¿Y qué hay de ti?

—La penetración anal. Esa zona no es precisamente sensible y requiere mucho tiempo dilatarla.

Ninguang frunce el ceño como si lo que he dicho le pareciese una locura.

—¿Que no es sensible? Pfff... —Me pasa una mano por la cintura y me dejo guiar hasta el borde de su escritorio.

Finjo que no capto lo extraña que es la familiaridad del gesto, y quizá no llego a plantearme por qué Ninguang me sienta sobre su mesa sin que yo proteste. Decido no pensar en nada. Ella se inclina sobre mis pechos y los acaricia por encima de la ropa (he recuperado mi vestido aprovechando que no hemos tenido trato estos días). No llevo sujetador, así que mis pezones se endurecen y tensan la tela. Ella los masajea con sus pulgares y yo noto que se me desenfoca la mirada, que la sangre deja de alimentar mis pensamientos y se me agolpa en las zonas erógenas. Me muerdo los labios para no darle la satisfacción de gemir, pero sé que mi cuerpo inevitablemente me delata.

Chispas eléctricas [Genshin Impact] [KechingxNinguang]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora