Es una zorra.
Me acaba de dar mi nuevo uniforme: un vestido de criada que no me cubre los pechos, me los alza con un corpiño negro del que cuelga una falda que apenas me oculta las caderas y lleva un ridículo delantal que se ata en la cintura y no pasa del ombligo. Debajo voy cubierta por una especie de cintas de tela que se supone que son unas bragas.
... con un enorme agujero en medio.
—Pasearás así por toda la casa, Keching.
—Para tu uso y disfrute, ¿verdad? —bufo—. Si no fueses una cobarde, directamente me habrías ordenado ser tu juguete sexual. ¡Me deseas tanto que estás perdiendo la cabeza!
—Debería haber complementado tu vestido con una bonita mordaza... —comenta como si pensase en voz alta—. Haz la cama de una vez.
Levanto la cabeza con dignidad y me dedico a recoger todas sus sábanas para estirarlas. Es incomodísimo hacerlo así: no paro de enviarme ráfagas de aire hacia la entrepierna yo sola, primero al sacudir las mantas y luego al intentar alisarlas. Cuando trato de encajarlas, termino rozándome los pechos con la seda de los almohadones.
Incómoda, me giro para informar de que he finalizado la tarea.
—Ya está.
—Ahora ve a la cocina a por mi desayuno.
Está sentada en su tocador y se cepilla la melena con absoluta parsimonia.
—¡No voy a salir así! —exclamo.
—Puedes salir así y dejar que todo el mundo sepa que te tomas vacaciones para ser mi juguete sexual, o... —En algún momento ha cogido un pequeño cofre. Hace gestos teatrales con las manos a su alrededor—. Puedes permanecer conmigo en mi habitación probando mis juguetes. Quiero decir, a ti te da lo mismo, ¿verdad? No vas a ponerte cachonda ni a tener un orgasmo porque te soy indiferente.
—La respuesta es obvia —le digo—. Usa lo que quieras conmigo. Comprobarás una vez más que no me atraes.
—Bien.
—Bien.
—Perfecto.
—¡Pues vale!
Abre el pequeño cofre y saca una cadena fina de platino. En ambos extremos hay unas pinzas diminutas.
Me las acerca a los pechos, las usa para que su frío roce me erice la piel. Me acaricia con ellas y luego acerca la cara. Mirándome a los ojos, chupa uno de mis pezones de arriba abajo sin parar. Trago saliva mientras intento soportar el contacto visual... Ay, ayer me los dejó muy, muy sensibles. No sé si aguantaré que toque durante mucho rato...
En cuanto lo deja completamente erecto, me pone la pinza. Aprieta, pero no mucho. La sensación está lejos de ser dolorosa. De hecho, el morbo de ver mi pezón enrojecido bajo el elegante platino me resulta bastante sexy.
Ninguang hace lo mismo con mi otro pecho: me lame mirándome a los ojos y luego engancha la otra pinza. Noto el peso, pero es fina y ligera. No está diseñada para hacer daño, sino para ser estética.
Y cumple su función.
—Llevas años deseando que yo estallase para que ocurriera esto, ¿verdad? —le digo. Me veo en su tocador reflejada y realmente el efecto me resulta erótico: mi imagen es muy, muy atractiva. Jugueteo con la cadenita y me doy algunos tirones yo sola.
—¿Qué haces? —pregunta con el ceño fruncido.
—Me divierto.
—Quieres que te mire. —Niega con la cabeza.
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Chispas eléctricas [Genshin Impact] [KechingxNinguang]
FanfictionTras varios golpes de mala suerte, Keching se ve en la necesidad de enseñarle a Ninguang una valiosa lección: es ella, Ninguang, quien se siente atraída por Keching y no al contrario. No obstante, la líder de Liyue tiene una perspectiva de la situac...