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—Admítelo, pequeña zorra —me ordena Ninguang en el oído.

Puede que hayamos vuelto a la casilla de salida.

Tira de mi pelo y me retiene en la cama con ella. Le he traído el desayuno y ella me ha insistido en que le muestre el vestido que llevaba anoche. Asegura que tiene que oler a orina porque no logré que ella eyaculase, pero... Obviamente lo metí con la colada. No quería llevar su corrida encima.

—Reconoce que lo que quieres es que te lo vuelva a hacer—le respondo soltándome. Ella aparta las sábanas, está en camisón. Ignora el desayuno que le he traído, gatea detrás de mí y se aferra a mi ropa de criada, que ahora es exactamente la misma que visten el resto de sus empleadas.

—No ganaste —repite por enésima vez en los últimos segundos.

—Eso no es lo que quieres decir —salto sobre ella y rodamos por la cama. Logro imponerme y le sujeto las muñecas contra el colchón—. Lo que quieres decir es: «por favor, Keching, pásate el día entero masturbándome».

—De acuerdo. Voy a decirte lo que quieres oír —responde con la mandíbula tensa.

—¿Ah, sí?

Me sorprende que haya cedido tan fácilmente.

—Te permito ser mi zorrita personal, Keching —ronronea. Su voz, cargada de una sensualidad insoportable, logra que yo abra mucho los ojos.

Noto calor al recordar el momento en que me sugirió eso. Fue cuando estaba al borde del orgasmo.

—¡Eres una imbécil! —le aseguro.

—Ya estás mojándote, ¿verdad? —Ha conseguido que su voz suene todavía más similar a un gemido grave y arenoso lleno de lujuria—. Y qué rabia te da que la idea te deje sin aliento.

Aflojo la presión que hago sobre ella y, casi de inmediato, me arrepiento: consigue derribarme.

Sin embargo, me aparto y bajo hasta el suelo. Retrocedo hasta la pared.

—No sé cómo voy a tener que decirlo, Ninguang: tú no me pones cachonda —ladro. Me quito el vestido y la ropa interior. Le muestro mi cuerpo como prueba irrefutable—. ¿Lo ves? No tienes el menor efecto sobre mí.

—Muy bien. Haremos la comprobación definitiva. —Baja de la cama y se acerca hasta que puede agarrar mis pechos. Su tacto es cálido y muy agradable.

O sea, no agradable. Quería decir... que lo hace porque así lo desea, no porque yo le haya facilitado las cosas al desnudarme.

—¿Quieres que te haga eyacular de nuevo? —le pregunto intentando sonar sarcástica.

La voz me ha temblado. Ojalá no estuviese sintiendo tanto calor en el cuerpo y en el rostro...

—Vamos a ver cuánto tardas en suplicar —susurra con malicia.

Sus manos se deslizan alrededor de mis pechos. Me roza con tanta suavidad que ni siquiera me eriza la piel. Estoy segura de que me estoy sonrojando porque las mejillas me arden, pero mantengo mi mueca lo más indiferente posible.

—Sigue soñando, Ninguang. Eso no va a pasar.

—Es enternecedor que lo digas tan convencida.

Me pone contra la pared y ella se apretuja contra mi espalda.

Trago saliva porque sus dedos empiezan a deslizarse sobre mis pezones de forma perezosa, haciendo que no terminen de endurecerse... y la sensación es abrumadora. Me excita muchísimo. Intento no pensarlo, intento dejar la mente en blanco, pero no logro evadirme. Se me ponen duros. Necesito detenerla... No, no puedo. ¡Si lo hiciera, reconocería que me afecta lo que me hace!

Chispas eléctricas [Genshin Impact] [KechingxNinguang]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora