Capítulo 2

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¿El regreso de Lambert?

     Después de volver a ver a Samanta y comprobar que estaba muy bien Lambert decidió alejarse ya que, si él se relacionaba con ella, la vida de esta se vería afectada, además sería juzgada y él no quería arruinarle la vida. Si ambos se reencontraban ella sería mal vista por la gente, al final sería la hermana de un asesino. Sin rumbo alguno, sin conocer a nadie, llegó a encontrarse con un taller de autos. Él no pudo mudarse de ciudad.

     Andrés Avilés; dueño de aquel taller notó a Lambert dando vueltas una y otra vez hasta que en una de ellas decidió encararlo. Lambert contó de su situación al hombre. Comentó que no tenía trabajo ni dinero, mucho menos un techo. Andrés dudo un poco, pero al final aceptó tenerlo trabajando en el taller, pues ya sabía el por qué él le comentaba sus problemas.

     Lambert necesitaba ayuda.

     Aquel desdichado, consiguió trabajo y un techo. Sabía que en pocos días sería el cumpleaños de su querida hermana y quería verla, aunque sea de lejos, la protegería de todo pues estaba muy agradecido por sus preocupaciones durante tanto tiempo. No se imaginó tanta preocupación e importancia que le daba ella, desde niños.

     El creyó que aquella joven que lo llamaba —hermano—, lo había olvidado.

     Por otro lado, como era de costumbre, Samanta salía a caminar todos los días en el parque, se sentía feliz y a la vez triste porque su hermano no estaba con ella. Paseaba por el parque de juegos y veía como los niños se divertían, en aquel momento ella hubiera querido que la infancia de su hermano hubiera sido igual pero no podía hacer nada, el daño ya estaba hecho. Pasaba en frente de una dulcería y veía una barra chocolate la misma que daba a su hermano hace tantos años. Todo le recordaba a él; los niños, los dulces, hasta en la forma de vestir de alguna persona, en como actuaban y mucho más. Aunque él era el menor siempre quería protegerla de todo. Por la tarde volvía a casa y se duchaba y escribía su historia en una página web, allí se desahogaba y expresaba como se sentía, causó conmoción con aquel relato.

     Ella ayudaba a la fundación donde estuvo con Lambert. Gloria seguía con su puesto, era la máxima autoridad.

     Una mañana despertó, con el mejor de los ánimos tenía más esperanzas de encontrarlo, y parte de su alegría se debía a que cumplía 23 años, estaba feliz, preparó su desayuno alegremente, y se tomó toda la mañana eligiendo el atuendo adecuado para verse bien pues era un día muy especial.

     Recibió una llamada, muy esperada.

     —¡Samantha, muchas felicidades! —decía una mujer ya un poco mayor, con gran entusiasmo.

     —¡Muchas gracias! —decía ella feliz, pero con una tristeza que no se acabaría hasta encontrar a aquel dueño del que ahora era su sufrimiento.

     —¿Qué sucede? ¿es por él? —habló en la otra línea la mujer.

     —No es nada, estoy bien. Sólo quisiera que Lambert esté conmigo en este día -su mente traía de vuelta aquellos recuerdos en el orfanato—. ¡Pero bueno, ya no estaré más así! estoy segura que hoy será un día muy especial y memorable.

     —¡Así es!, te tengo una noticia. Tengo que viajar a España, mi vuelo sale hoy —comentó—. Sólo quería desearte un feliz cumpleaños antes de partir.

     —¡Oh, que bien! -eso le alegraba mucho—. No te preocupes por mí y tampoco por la fundación, daré mis vueltas de vez en cuando. Gracias por todo, ¡ten un buen viaje!

     —Gracias, cuídate, adiós, te quiero.

     —Adiós, cuídate también, saludos a los chicos.

Detrás del teatro. [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora