Prefacio

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Samanta: «La escuchada por Dios. Un nombre de Dios» Tal parecía que aquel nombre fue escogido sin saber el significado, y sólo porque no había ganas de buscar alguno más. 

Samanta. Samanta. Samanta.

La desdicha la marcó desde la cuna, anunciando que en su vida habría de todo un poco menos la paz. Las guerras que le invocaba la vida la dejaban acabada, exhausta. Tal y como ahora, mientras veía una fiesta infantil en frente de su casa, entristecida por no haber sido invitada, pero aún más por estar encerrada en su habitación; quiero decir, en toda su casa, hasta que llegaran sus padres al caer la noche.

     —No. Es mejor que no regresen, prefiero quedarme encerrada a verlos nuevamente. Que se pierdan —susurró al borde del llanto—. Que se vallan. ¡Que no vuelvan nunca más!

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Los amamos. 

Detrás del teatro. [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora