"Orfanato para monstruos: Las calderas"

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Thomas era la prueba de que nadie adoptaba a los niños del Orfanato Saint Low, al llegar a la mayoría de edad le encontraron un trabajo, en otro Orfanato, uno de los "normales".
Trabajaba en las calderas, no lo tenían por muy inteligente, perdió a su padre de una manera nefasta, cabalgaban juntos cuando cayeron por un acantilado en su propia hacienda, si, Thomas era rico.
Pasó años sin levantar la mirada del suelo, sin mirar a nadie a la cara o hablar si quiera más de dos palabras, los doctores dicen que debió ser un golpe en la cabeza durante la caída.
Thomas se sentía frustrado, el pudo tenerlo todo y sin embargo perdió su destino, el odiaba incluso a los niños de este Orfanato, vivían en una edificación antigua con una vista maravillosa, al borde de un acantilado.
Pasaba la mayor parte de su tiempo aislado en las calderas, calentando a esos niños pequeños contra el frío de las montañas, mostraba una destreza singular al manejar esas máquinas, casi como si fuera un ser inteligente.
Un día dos traviesos bajaron a su refugio, lo vieron y pensaron en fastidiarlo un poco -todos se aprovechaban de él de vez en vez y él ya se estaba cansando de fingir- los niños tomaron sus pinzas de torque y apretaron un poco subiendo más la temperatura.
Mala suerte, Thomas era un maníaco sin diagnóstico. Querían más calor? Pues eso tendrían, todo el que fuera posible. Thomas hacia maravillas con la temperatura y presión, pensó que era poético si aquel risco detonaba y el Orfanato Veracruz caía montaña abajo.

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