Capítulo 2

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El hotel se encontraba a las afueras de la ciudad, y aun así los rumores se oían en todas partes. Desde hacía poco más de un mes, cada viernes a medianoche desaparecía un huésped y aparecía al mediodía del sábado. Muerto.

La anciana dueña del hotel, Susan Black, había hecho lo posible por apaciguar los rumores. Como esperaba que Jack lo resolviera, le contó la verdad. Una gitana había acudido pidiendo cobijo en una fría noche invernal, y cuando ellos se negaron a acogerla si no pagaba, la mujer soltó una maldición que se cumpliría un año después, a finales de 1891.

Cuando los huéspedes empezaron a morir, la policía quiso cerrar el hotel, pero no tenían pruebas suficientes para salvar a aquellos pobres ignorantes o valientes insensatos que aún de atrevían a pasar allí el fin de semana. La única pista que tenían era que cada madrugada del viernes, un hombre aparecía como de la nada, en el vestíbulo, mirando a un espejo. Y el espejo, como cabría esperar, reflejaba su imagen, pero no la imagen de su rostro, sino la de su espalda. Sin embargo, cada vez que llegaban allí, el hombre había desaparecido, como si nunca hubiera estado, y el extraño espejo perdía su magia, reflejando a todo el mundo correctamente. En aquel mismo vestíbulo, enfrente del espejo, aparecía el cadáver correspondiente cada mañana siguiente.

Jack Johnson y el misterio del espejo del hotel encantadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora