Capítulo 3

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Aquel viernes en que Jack Johnson rompió la racha de detectives y policías que se habían negado a pasar una noche en el hotel, una niña pequeña desapareció. Sabiendo la suerte que correría, sus padres se pasaron la noche llorando, hasta que poco antes de medianoche Jack siguió a hurtadillas a los dos gemelos nietos de Susan Black, la dueña del hotel, hasta el vestíbulo. Cuando entre los dos cogieron el espejo y lo dejaron apoyado en el suelo, Jack entendió por fin aquel misterio, pues tras el marco del espejo que ya no estaba no había pared, sino una abertura hacia una desconocida habitación. Cuando uno de los gemelos entró en ella y el otro permaneció fuera montando guardia, Jack supo que aquella era la imagen que aseguraban ver los huéspedes cada viernes.

-¡Deteneos! -gritó, y los dos muchachos se giraron al mismo tiempo-. No mataréis a nadie más en este hotel.

Pero los hermanos no estaban aterrados, ni siquiera asustados de que les hubieran pillado. Tenían una expresión más bien apenada, como la de un adulto intentando hacer entrar en razón a un niño que defiende la existencia de Peter Pan. No, allí pasaba algo, algo que los chicos sabían y no querían revelar al detective.

-Vosotros no sois los asesinos, ¿verdad? -preguntó él entonces, acercándose a los gemelos. Ante su gesto negativo, prosiguió-. ¿Es esta su guarida? La del asesino, digo.

Al atisbar un farolillo no muy lejos, Jack lo cogió y alumbró con él la abertura. Ante ellos se abría un estrecho y húmedo pasillo en que los tres se adentraron sin pensárselo dos veces.

"Creemos que es aquí donde esconde el asesino a sus víctimas antes de matarlas", explicó uno de los gemelos, en lenguaje de signos, el que si Jack no recordaba mal se llamaba Kevin. El otro, Kyle, permanecía inexpresivo, aunque a Jack le pareció que estaba bastante incómodo. Kevin prosiguió: " Pero cada vez que intentamos averiguarlo, algún huésped nos ve. Y es imposible explicarle nada, tenemos que huir, ya que nadie entiende el lenguaje de signos, solo tú, parece ser".

Jack Johnson era un hombre culto, por lo que no era de extrañar que dominase aquel lenguaje. Justo cuando él iba a preguntarles qué habían averiguado hasta entonces del lugar, oyeron un llanto infantil. Aceleraron el paso hasta llegar a una especie de salón de techo alto. Allí les aguardaba la niña desaparecida, que nada más verles murmuró: "Es una trampa".

Jack Johnson y el misterio del espejo del hotel encantadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora