VII. Pañuelo

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Renee Belrie
Colonia 30


Una vez que llegó un enfermero a cuidar de Hazz, Neffan convenció a Renee de salir de ahí. Renee no quiso dejar a Hazz en manos de un extraño, pero sabía que era lo mejor. En esos momentos extrañaba a Wivenn más de lo usual.

Después de la muerte de Kybett, además de Eliott, Wivenn fue el más afectado. Solía sonreír tanto como Renee y tener aquella aura de genuino positivismo. Las horas siguientes a la muerte de su esposa fueron oscuras para todos. Wivenn dejó de ser Wivenn, golpeando rocas y gritando con furia. Eliott no podía detener las lágrimas. Priss se abrazaba a sí misma balbuceando frases incomprensibles. Aprell miraba al vacío mientras palmeaba el hombro de Eliott en un intento de reconfortarlo. Y Renee trataba de hacer entrar en razón al equipo, pensando en lo que haría Hazz en ese momento e intentando no derrumbarse como el resto.

Renee no había llorado la muerte de su amiga. Si lo hacía, significaría que fue real. A pesar de serlo, Renee no deseaba que fuese real. La muerte de Kybett no solo fue culpa de Eliott, sino también de la propia Renee. Ella había sido parte del fallecimiento del amor de Wivenn.

Wivenn la odiaba. Literalmente. Lo había repetido múltiples veces antes de ser capturados.

Renee evitaba pensar en eso, pero ver a Hazz en aquel estado la obligó a recordar. Si era cierto que los líderes de la Condena tenían trastornos mentales, debía tener más cuidado del que había previsto. Especialmente con Cvijett. Renee haría cualquier cosa en sus manos para alejar a Cvijett de Hazz. No iba a perderla.

Neffan escoltó a Renee hasta su celda, donde le esperaba un cambio de ropa para regresar a su vida de prisionera con beneficios.

—Nunca utilizaste el pañuelo de la Aurora —comentó Neffan al entrar a la celda.

Renee le lanzó una mirada con irritación.

—¿La Aurora? No sabía que aún recordabas aquella organización —respondió con sarcasmo—. Fue tan fácil para ti traicionarla que cualquiera diría que ni siquiera fuiste parte de ella en un principio.

Neffan no reaccionó, continuó con su punto inicial.

—El pañuelo no es solo un pañuelo Renee —reveló con seriedad. Renee se cruzó de brazos, indispuesta a creer cualquier palabra del chico. —¿Crees que todos en la Aurora son pacíficos voluntariamente? No. La mayoría de los integrantes son personas demasiado problemáticas para ser enviados a los Nadie, por lo que son instruidos como miembros de la Aurora. El pañuelo los instruye.

Renee frunció el ceño. Recordaba que Siura le había dicho que el pañuelo de la Aurora era más de lo que parecía. Quizás había más verdad en las palabras de Neffan de lo que ella pensaba.

—El pañuelo es un instrumento multiusos —continuó Neffan—. Se utiliza en el cuello porque queda a la distancia perfecta para inhalar controladamente la droga que desprende. Aquella droga elimina cualquier pensamiento agresivo. Además, el bordado con el símbolo de la Aurora es un rastreador.

Renee intentó no flaquear, no obstante, sabía que la duda en su rostro la delató.

—¿Por qué me dices esto?

Neffan la tomó por los hombros y la miró directamente a los ojos.

—Porque me alegra que no lo usaras por más de un par de horas. —Se escuchaba sincero, aunque Renee seguía desconfiando. —Y porque debes ver a la Aurora por lo que verdaderamente son. La Condena y los Nadie no son mucho peor que ellos. La Aurora droga a las personas en contra de su voluntad y las mantiene en un estado inconsciente de la realidad, donde la vida es más simple que dos más dos.

Colonia 30 (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora