VIII. Pasado

100 15 2
                                    


Hazz Soreil
Colonia 30


Hazz pasó la noche bajo observación en la enfermería. A la mañana siguiente, le ofrecieron una pequeña casa que reemplazaba su celda y, por supuesto, aceptó la oferta.

Su nuevo lugar de hospedaje ya estaba ambientado a su gusto, por lo que no tuvo que hacer mucho al respecto. Durmió varias horas más antes de comenzar a pensar.

Hazz siempre tenía un plan, pero esa vez era distinta. No podía formar un plan sin saber las intenciones de Conswell al nombrarla su sucesora. Se suponía que esa sería Cvijett y, aunque Hazz se había burlado de ella, prefería que su "hermana" fuese la siguiente líder. De esa manera le daría una razón más para matarla.

—Piensa, Hazz, piensa —murmuró para sí misma.

Conswell conocía a Hazz. Si ella tramaba algo, él lo sabría.

Cuando Conswell se divorció de Edenna y decidió servir a la Condena —o, mejor dicho, que la Condena lo sirviera a él—, lo cierto era que no abandonó por completo a Hazz. A Limunest lo olvidó tan rápido como se fue, pero a Hazz no. Hazz era su hija favorita antes de que Cvijett lo fuese.

Conswell invitó a Hazz a unirse a la Condena con él. Para ese entonces, Hazz creía en todo lo que su amado padre decía, así que le creyó cuando dijo que la Condena era una organización de bien.

Su madre nunca estuvo de acuerdo con la influencia que Conswell tenía en Hazz. Edenna prohibió cualquier contacto entre ambos, causando cierta chispa de rebeldía en la chica. Ella, sin dudarlo, la desobedeció y visitaba a su padre en la sede de la Condena que había en la Colonia Tres, que era donde trabajaba en ese momento, antes de volverse líder. A veces hacían viajes a otras sedes de la Condena, así era como Hazz había conocido la sede en donde se encontraba.

Pasaron un par de años antes de que Hazz se involucrase en política y lo que eran realmente las Tres Organizaciones. Una vez que averiguó lo que la Condena hacía, sintió traición por parte de Conswell. Él la había manipulado para convertirse en la soldado perfecta. Después, cuando ella decidió detener sus visitas y entrenamientos, Conswell la amenazó.

Conswell Azreil le dijo a su propia hija que la mataría de no continuar con su deber en la organización. La traición aumentó y ese fue el momento donde Hazz notó que su padre la había abandonado tiempo atrás.

Hazz lo ignoró, le dijo a su madre todo lo que había sucedido y juntas se encargaron de odiar a Conswell. Evidentemente nadie murió, Conswell nunca cumplió con su amenaza. Hazz no se había preguntado por qué, hasta ese momento.

Si Hazz hacía cualquier sabotaje a la Condena, por mínimo que fuese, Conswell podría matarla sin siquiera pensarlo. Era una de sus tantas características como psicópata con años de experiencia en el área.

El hombre que Hazz recordaba como su padre no era el Conswell que lideraba la organización. Su verdadero padre había sido alguien que sonreía poco, pero veía el lado positivo de las situaciones. Alguien que dedicaba su vida a su familia. Alguien que aconsejaba y era paciente cuando Limunest o Hazz se quejaban de algo o peleaban sin razón aparente. Alguien que hubiese vendido su alma por mantener seguros a sus seres amados.

Eso cambió después de sobrevivir a la aclamada tradición de ser torturado física y mentalmente para tener el puesto de líder en la Condena. Por alguna razón, entre las muchas creencias de la organización, se encontraba una en específico que decía que aquella tortura alimentaba la creatividad bloqueada por la moral.

De ahí había nacido la teoría de Hazz que su padre sufría de un trastorno de identidad disociativo aunque no fuese muy claro.

Para Hazz, su padre y el líder de la Condena eran dos personas distintas. Su padre estaba muerto, estaba descansando con su hermano, quien, a su vez, había sido asesinado por la Condena cuando sucedió el Incidente Treinta.

Colonia 30 (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora