Prólogo.

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A los once. Lo recuerdo claramente, sucedió cuando tenía once.

Desde que nací, no recuerdo haber salido en algún momento de casa. No puedo recordar nada de aquella única vez que vi el pueblo, pero puedo describir con precisión, cada detalle de nuestra galería trasera, donde solía pasar horas enteras jugando o haciendo las tareas que mi madre me daba.

Jamás había entendido porqué mi padre - un hombre dulce, amable y muy honesto- jamás nos permitía salir a las calles. Ni siquiera cuando estábamos enfermos.

Puedo recordar que por aquel entonces, había comenzado a odiar el hecho de tener prohibido salir. Sobre todo cuando la presencia de Jongdae - mi hermano- ya no era suficiente para divertirme.

Pero lo que más recuerdo de aquellos días, no eran las incontables horas de tarea o los simples juegos que inventaba para entrenerme. No. Lo que más hace girar mi cabeza, eran aquellos días especiales. Esos en los que mamá nos llevaba a un cuarto lejano y nos dejaba allí.

Jamás nos decían porqué, sólo nos suplicaba que nos mantuvieramos en silencio. Y eso hacíamos. Hasta el momento que dejaron a Jongdae salir y no a mi, finalmente todo terminó.

Aquella tarde, mi madre me arrastró por la casa a toda prisa, y volvió a dejarme allí.

Esa tarde, a diferencia de las otras, no escuché el ruido del pestillo. 

Esa tarde, me armé de valor y salí.

Y esa misma tarde, mis padres armaron mis maletas.

Sucedió a los once.

Pero sólo años más tarde supe porque mis padres me habían enviado a vivir a la capital con mis tíos.

Sucedió con tanta prisa, que no puedo recordar absolutamente nada de aquellas calles del pueblo.

Pero si puedo recordar los ojos de aquella niña parada junto a la puerta. Y los ojos de aquel hombre enorme que estaba a su lado, vestido con ropas caras y custodiado por otros.

Esa fue la primera vez que vi a Lalisa. Y sólo tiempo después, supe que aquellos hombres eran parte del clan Manoban. Los mafiosos que controlaban la vida de todos aquellos que vivían en mi pueblo.

Huí.

Escape de aquel lugar en cuanto supieron de mi existencia. Mi padre gastó cada centavo para mantenerme lejos y a salvo de todo lo que ocurría allí.

Y sin embargo, los esfuerzos por mantenerme lejos no valieron la pena.

Porque huir del destino es imposible, sobre todo cuando el destino es Lalisa Manoban.










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¡Hola piecitos!

Espero que esta nueva historia sea de su gusto. Sólo quiero advertirles que habrá contenido fuerte (que trataré de tocar con mucha delicadez).

Nos veremos pronto.

Love G.

"LOST ON YOU" | JenLisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora