Era una noche tormentosa y lluviosa de octubre cuando Dorkas Erzsebez Lahovary llegó al mundo. En un lejano pueblo de Rumanía. Fue la tercera hija de cinco que tendría su madre, Marishka, una mujer tan hermosa como fuerte.
Aquella noche de imposible temporal, mientras Marishka daba a luz con la ayuda de su hija Dana, que ya tenía 9 años, unos cuervos se colaron por la puerta de la habitación. Esos cuervos sin duda fueron un presagio, y lo primero que vería Dorkas al nacer, su padre, Jackab, intentaba ahuyentar esos animales. La niña nació con una mata de pelo roja como la sangre y ojos verdes como la naturaleza.
En casa de los Lahovary, los mitos y leyendas estaban a la orden del día, de familia mitad rumana, mitad húngara, con ancestros de Rusia, no era raro que Dorkas se criara escuchando leyendas sobre vampiros, hombres lobo, brujas y fantasmas. A demás que desde muy pequeña le apasionó leer todos los libros de la casa, incluso acudía a la pequeña biblioteca del pueblo a ver si podía encontrar alguna nueva adquisición.
La familia de Marishka descendía de antiguas curanderas, o eso decía ella, y enseñó a sus cuatro primeras hijas todo lo que sabía de hacer ungüentos, brevajes, infusiones, curaciones, incluso rituales. Que Dorkas aprendió con gran interés. Marishka solía atender a gran parte del pueblo ofreciendo sus servicios como curandera, Dorkas, con tan solo 5 años, solía ayudar a su madre, junto a su hermana mayor Dana (14) y su otra hermana mayor Brigitta (10), colaborando al sustento familiar. Mientras su padre, Jackab trabajaba en una herrería.
Dorkas junto a sus hermanas ayudaron a parir a su madre cuando dió a luz a Flora, la cuarta hija, que pronto aprendería las labores de curandería. Y 5 años después nació la pequeña Daria, la última hija de Marishka, pues lamentablemente falleció durante el parto.
Dorkas tan solo tenía 10 años, no podía creer que viera fallecer a su madre delante suya, es por ello que pegó un grito de desesperación, e inexplicablemente, toda la habitación comenzó a temblar, salió corriendo de la habitación, de la casa, y se fue a una zona apartada, ella no paraba de gritar y llorar mientras de ella salían llamaradas de fuego, a la vez que se movían pequeñas ramas a su al rededor. Se dio cuenta de lo que sucedía, no lo podía controlar, cada vez se sentía más tensa, era todo mucho dolor, hasta que finalmente cayó dormida. Despertó horas después en la casa de Margareta Dinu, una señora anciana que vivía cerca de su casa, que había sido amiga de su madre.
-Has montado una buena en el bosque, menos mal que lo he podido arreglar-dijo la anciana.
-¿Qué ha pasado? No recuerdo cómo he llegado hasta aquí.-dijo la pequeña Dorkas.
-Mi pequeña...-dijo con una tierna voz Margareta.-Eres una bruja... y bastante poderosa para tu edad... debes aprender a controlar tu poder.
-¿Mi poder?
-Así es, dime pequeña Dorkas, ¿qué es lo que ha hecho que provocaras tal desaguisado?-preguntó la anciana. En ese momento Dorkas lo recordó, recordó ver cómo su madre perdía el pulso, como nacía su hermana y su querida madre se apagaba, y las lágrimas recorrieron su rostro.
-Mi madre...-balbuceó.
-Marishka... se ha ido, ¿verdad corazón?-preguntó la anciana y la niña asintió llorando.-Ya lo sentí... Eso ha provocado tu dolor y tu ira, pero debes aprender a controlar esas emociones... el mundo no está hecho para mujeres con dones como los nuestros... Por parte de madre tienes sangre de curandera, pero por parte de padre desciendes de brujas bastante poderosas. Y no te preocupes por tu madre, para nosotras las brujas, la gente nunca muere del todo...-dijo sonriendo.
-¿A qué te refieres?-preguntó la niña.
-Tú solo cierra los ojos, y la sentirás. Tu madre no te abandonará jamás Dorkas, la noche en que naciste vinieron a visitarte los cuervos, siempre lo ha dicho tu madre, ella sabía en vida que eras especial.
La niña cerró los ojos, podía sentir la presencia de su madre, algo le hacía saber que ella estaba ahí, no podía verla ni escucharla, pero la sentía en su corazón. Y una sonrisa se le dibujó.
-¿Aprenderé a ser buena bruja?-preguntó Dorkas.-¿Mi madre estará orgullosa de mí?
-Tu madre siempre estará orgullosa de ti, eres la curandera más joven de toda la comarca-rió la anciana.-Y hablaré con tu padre para ser yo quien te enseñe magia.
Durante 5 años, la anciana Margareta enseñó a la niña a practicar magia. A la vez que Dorkas colaboraba en casa con sus hermanas a fabricar los ungüentos, brebajes y curaciones para la gente del pueblo. Incluso aprendió adivinación y la anciana le regaló una baraja de Tarot con la que también ganaba dinero al leerle el futuro a sus vecinos.
Sin embargo, Rumanía no era muy próspera, su hermana Dana (24) se había casado hacía unos años, y acabó teniendo que partir con su marido a Francia, a probar mejor suerte. Brigitta (20) se casó con un buen hombre de Rusia, que conoció cuando este vino a pasar unas vacaciones a Rumanía. Finalmente los ingresos de los Lahovary cayeron, y Jackab decidió mudarse con Dorkas (15), Flora (10) y Daria (5) a Londres, donde tenía un primo que podría ponerlo a trabajar en una herrería.
Dorkas echaba de menos la cálida Rumanía, echaba de menos los bosques y prados de su pueblo que había sustituido por calles ediondas y cielos llenos de humo. Odiaba la comida británica, la cultura, el idioma... Quería volver a ser la curandera de su pueblo, a practicar magia con Margareta... Pero sabía que debía acostumbrarse, y es por ello que en cuanto aprendió el idioma decidió leer todo lo que podía, en especial, le gustaba leer los grandes poetas y dramaturgos británicos. Alguna vez consiguió colarse en alguna representación teatral, y soñaba con ser actriz. Aunque sabía que eso sería imposible. Aprendía de literatura británica con libros que conseguía encontrar, o que le permitían leer en la biblioteca mientras cuidaba de sus hermanas menores (que casi la consideraban una madre). Cuando Flora y Daria fueron mayores, empezó a buscar trabajo, consiguiendo dedicarse a ser institutriz. Toda su vida se había dedicado a estudiar y a cuidar niños, así que era un trabajo perfecto para ella. Aunque su deseo siempre fue tener un trabajo que le diera más libertad.
ESTÁS LEYENDO
La Joven escarlata
FantasyTradiciones familiares. Extraños dones. Magia. Tragedia. El Londres Victoriano y la exótica Rumanía.