-Una cosa es decirme que vas a trabajar en la casa de una distinguida señora, pero que ahora me digas que tienes que viajar a Escocia... y con este señor británico...-exclamaba Jackab hablándole a su hija, que estaba acompañada del señor que se había autodesignado el título del rostro más bello de Londres, Alastair.
-Padre... es que la señora Hester quiere que la acompañe en el viaje, y... su primo Alastair nos protegerá todo el camino.-explicaba Dorkas a su padre, mientras sus hermanas miraban asombradas al lord que acompañaba a su hermana. Incluso la pequeña Daria se acercó a él para preguntarle.
-¡Que guapo! ¿Eres el novio de Dorkas?-preguntaba Daria pensando que serían pareja, lo cual solo hizo que Dorkas se sonrojara y se pusiera más nerviosa, y que Alastair escupiera el té de la sorpresa.
-Sería un escándalo, Daria, él es un señor de alta sociedad, solo trabajo para él y su prima.-mintió Dorkas, ya que realmente no trabajaba para él, si no que sorpresivamente, la trataban como a una igual. -Los señores de alta sociedad no pueden casarse con damas de baja cuna, y mucho menos extranjeras, ¿verdad señor Miracle?-Le preguntó a su rubio compañero que aún tosía.
-Por... supuesto...-dijo secándose los labios.-No es que nunca haya tenido un amor prohibido...-empezó a contar Alastair aunque cortó por ahí tras ver la mirada asesina de Dorkas.-Pero no, tu hermana es solo una honorable criada, a la que mi prima le tiene un cariño inestimable, y nos sería una lástima hacer ese viaje a Escocia sin la atención de su sirvienta de cámara. Ya saben, mi pobre prima enviudó muy joven... y Dorkas se encarga de mantenerla cuidada... ya sabe, señor Lahovary lo delicadas que son las damas... De hecho, yo voy al viaje para que ni a mi querida prima, ni a su dulce hija pueda pasarles nada, ya sabe, un hombre siempre las protege mejor de las adversidades...
Escuchar esas palabras tranquilizaron al viejo Jackab, era un hombre muy chapado a la antigua, y con muchos prejuicios de los británicos, sobre todo de la clase alta, pensar en que su hija fuera por ahí con un hombre que no era su marido lo inquietaba, y más si a su edad no tenía si quiera prometido, pero si era trabajando para la honorable viuda Hester, seguro que era todo de fiar, y acabó dando su beneplácito.
El viaje que tenían que realizar a la fría Escocia era uno en el que Dorkas de especial interés, al parecer era necesario obtener una pieza mágica que tenía un poderoso magnate ruso que había comprado una mansión en Edimburgo. Ese señor en cuestión no era brujo, pero creía en distintas leyendas y le gustaba tener artículos que creyera que eran "mágicos", con este acertó.
La misión de Dorkas, que hablaba ruso, era conseguir que ese magnate la invitara a su casa, para poder robar dicho artículo. El problema aquí era que Dorkas no sabía "seducir", era una mujer que pocas veces había tenido encuentros. Y aunque parezca extraño en su época, la mayoría fueron con otras mujeres. Así que esa noche en casa de Hester, mientras preparaban las maletas, Dorkas se acercó a su amigo algo tímida para hablarle.
-Alastair... ¿crees que haré bien esto?-le preguntó nerviosa y este la miró extrañado.
-¿Por qué lo preguntas? ¿Y por qué a mí? Sabes que los detalles del plan son cosas de Hester...
-Es que... no se... como... seducir a alguien....-dijo bastante ruborizada. Alastair soltó una risotada, era justo como Hester, otra rata de biblioteca que pasaba más tiempo leyendo que socializando. Recordaba que Hester y Edgar acabaron juntos precisamente porque ninguno de los dos salía de la biblioteca.-No te rías de mí...
-No me río de ti, pero es que no tienes remedio, eres una rata de biblioteca, a demás, luego está tu ropa...
-¿Qué le pasa a mi ropa? Me la hago yo misma...-dijo indignada.
-Y ese es el problema... vas siempre vestida como una institutriz... entiendo que ese fuera tu trabajo... pero, la ropa es una armadura, te da más seguridad en ti misma.-La miró y puso los ojos en blanco un segundo.-¿Qué demonios? Ven conmigo.-Le tendió la mano.
-¿A donde vamos?
-A mi casa... en casa de Hester toda la ropa es igual, a demás, ella es más menuda que tú.-Dijo mientras salían de la casa. Alastair llamó a un cochero que los llevó a la mansión del señor Miracle. Cuando Dorkas vio aquella casa quedó sorprendida.
-¿Por qué te quejas de que Amira se quedara en tu cuarto si tienes una mansión así para ti solo?-preguntó Dorkas.
-Esta casa la compré para no estar con mi padre... Pero el problema es que estoy solo...-suspiró.-Hester aunque sea una rata de biblioteca molesta y una estirada, me hace compañía, es como una hermana para mí, nos criamos juntos...-Dorkas lo miró y le sonrió.
-Sé como te sientes... yo tengo una hermana en Francia, y otra en Rusia... Las suelo echar de menos, y a mi maestra de Rumanía...-suspiró, y Alastair también.
-En fin... ¿bajamos?-le dijo a Dorkas riendo, y ambos se bajaron, pagó al cochero y se adentraron en la casa.-Verás, muchas damas entran en esta casa, y te sorprendería saber la de ropa que se dejan aquí... No está bien visto que una dama salga de una casa con la misma ropa con la que entró la noche anterior, así que suelen hacer que les traigan una muda antes de irse, y el seductor vestido de la noche anterior lo dejan por aquí...
-Que damas más recatadas...-dijo Dorkas con ironía.
Alastair le trajo unos vestidos preciosos, con los que Dorkas solo podía soñar mirando en los escaparates de las tiendas de más alta costura. La mayoría eran en tonalidades oscuras, dado que sobretodo atendía a viudas, pero aún así, eran preciosos, estuvo probándose algunos hasta que dio con el indicado. Un corsé negro con unas mangas negras que se abrían en el codo, la falda llena de encajes. Cambió algunos detalles negros por rojo para que quedara menos de viuda y el vestido era precioso.
Luego Alastair le ofreció una copa de whisky y empezó a darle clases de seducción a Dorkas. Estuvieron toda la noche practicando y riendo, hasta que se quedaron dormidos, y los despertó unos sonidos en la puerta acompañados de los gritos de Hester.
-¡Alastair!¿Dónde estás?-gritaba desde el vestíbulo de la casa, y de una de las habitaciones salieron Dorkas y Alastair. A lo que Hester puso un extraño gesto y fue corriendo hacia su primo asestándole algún golpe con el bastón.-¿Pero qué le has hecho a Dorkas, marrano?
-No... tranquila Hester...-trató de tranquilizarla Dorkas.-Solo estuvimos... hablando. No pasó nada, es que...-se sonrojó un poco.-No sabía ligar... y me trajo aquí para darme ropa de sus amantes y enseñarme algunos modales. -Hester suspiró y se alejó de su primo.
-Muy bien... discúlpame, pero de mi primo pocas cosas me sorprenden a estas alturas. En fin, tenemos que dirigirnos a la estación de tren antes de que perdamos el tren a Edimburgo, Amira nos espera en el coche, vuestras maletas ya están dentro.-exclamó Hester, y Dorkas y Alastair se dispusieron a montar en el carruaje.
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La Joven escarlata
FantasyTradiciones familiares. Extraños dones. Magia. Tragedia. El Londres Victoriano y la exótica Rumanía.