Como cada día Dorkas servía en casa de los Hoddle-Holmes, una familia adinerada de Londres, con ciertos ancestros que fueron de un rancio linaje de nobles, actualmente, de todo el honor y fortuna de esa familia quedaban solo algunos restos, una gran mansión en la que vivir, una modesta flota de navíos que el señor Hoddle-Holmes explotaba, algunas fábricas de pescado, y algunos terrenos y viviendas en Inglaterra que alquilaban. Podían permitirse una vida opulenta, pero no tanto como les gustaría. La señora Hoddle-Holmes siempre envidiaba a aquellas vecinas que todas las semanas acudían a fiestas sociales, que compraban la moda parisina o milanesa más exquisita, mientras ella acudía al sastre de Londres, uno de los mejores, sin duda, pero no podía fardar de excéntricos modelitos.
En esta familia tenían dos niños, una hija llamada Catherin de 5 años y un niño llamado Edward de 7, Dorkas era la encargada de enseñarles lo básico, matemáticas, lenguaje, y algunos conocimientos sobre la naturaleza. También se dedicaba a enseñarles a tocar el piano y a hablar rumano, húngaro y ruso. La señora Hoddle-Holmes estaba convencida de que si su hijo aprendía varios idiomas podría servirle para impulsar los negocios de la familia, mientras que pensaba en encontrar quizás algún marido pudiente del continente que pudiera interesarse en la pequeña Cathy en un futuro.
Una tarde, mientras Dorkas leía un libro a los niños en el amplio jardín del hogar de los Hoddle-Holmes, un caballero joven, alto y rubio se les acercó.
-¡¡Tío Daniel!!-dijeron los niños contentos al verlo.
-Jajaja-río el joven.-¿Cómo estáis pequeñajos? Veo que tenéis nueva niñera...-dijo mirando a Dorkas, la cual se levantó de su asiento para acercarse al invitado.
-Institutriz -pronunció con acento eslavo.- mi nombre es Dorkas Ersebez Lahovary, señor...-lo miró a los ojos atentamente.
-Vaya, yo soy Sir Daniel Bradley Cunningham, soy amigo de la familia.
-Encantada, Sir Daniel. -Dijo Dorkas sin impresionarse mucho e intentando seguir con su labor de cuidar de los niños cuando Daniel la interrumpió.
-Por favor, dales un descanso a esos niños.-Dijo riendo.-Venga, vuestros padres os llaman para no se qué de haceros ropa nueva.-Le dijo a los niños, que entraron corriendo dentro de la casa, momento que aprovechó para acercarse a Dorkas.-Así que eres eslava... ¿de dónde?
-Rumanía-pronunció con desdén guardando sus libros con un gesto de frustración por no haberle dejado continuar con su trabajo.-Aunque también tengo sangre húngara y rusa.
-Muy exótico, señorita Lahovary-El señor Cunningham cada vez se acercaba más a Dorkas, la cual hacía una mueca de suma incomodidad.-Y dime... ¿qué hace una dama tan hermosa en el ediondo Londres? He estado en tus tierras... -empezó a rodear con su brazo la espalda de Dorkas.
-Si has estado, comprenderás que por desgracia la situación no es muy próspera.-contestó con una sonrisa forzada tratando de zafarse.
-Propio de unas tierras llenas de salvajes...-dijo riendo.-Pero tu eres una dama muy refinada en comparación... si no fuera por ese hermoso acento parecerías una joven londinense más...-empezó a acercar su cara a la de Dorkas, la cual no sabía si estaba más furiosa o más asqueada ante las palabras y atrevimientos del señor Cunningham, por lo que señaló a su espalda
-Caballero, ¿Qué es eso que tiene usted en la espalda?-preguntó, y cuando Daniel se giró vió una enorme araña negra trepando en su espalda, con la intención de picarle.
-¿QUÉ ES ESTO?-gritaba el sir-¡QUITÁDMELO!¡QUITÁDMELO!- comenzó a corretear por el jardín mientras Dorkas aguantaba la risa y acudió la señora Hoddle-Holmes.
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La Joven escarlata
FantasyTradiciones familiares. Extraños dones. Magia. Tragedia. El Londres Victoriano y la exótica Rumanía.