- Código Samurai -

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Jamas entendería por que el rango de un Daimyo se basaba en cuentos samurais poseyera, ¿es que acaso piensan que el es débil?, estaba seguro de que el solo podía contra todos los samurais de los demás consejeros, pero si quería poder debía mostrarlo.

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Ha su corta edad de nueve años el pequeño Sasuke comprendió que su destino no tendría tantas grandezas y reconocimientos como las de su hermano mayor. Su padre había olvidado por completo su cumpleaños cuando se entero de que Itachi ya estaba considerado para asumir su puesto de Shogun con tan solo dieciséis años, era toda una hazaña para la época que alguien tan joven como el obtuviera un puesto tan importante como ese, festejaron ese logro, pero no su cumpleaños. Le empezó a carcomer el odio y la envidia, a raíz de eso su personalidad dio un giro de 180 grados, paso de ser un niño tímido y hasta a veces gentil, a uno lleno de aires de seguridad y arrogancia exagerada. 

Se paso los siguiente años entrenando arduamente durante horas, tanto mental como fisicamente, su cuerpo le pedía que parase pero no se detendría hasta tener el reconocimiento que tanto merecía. Al llegar a sus doce años se puso como objetivo llegar a un puesto militar alto, obviamente por ahora no podría ni soñar siquiera en ser el jefe militar, así que se enfoco en el que le precedía, ser uno de los consejeros militares del señor feudal. Con completa determinación se dirigió hacia el amplio jardín que poseía su hogar, donde su padre solía ir a descansar por las tardes y fumar un poco de opio con su pipa. 

– ¡Padre! —exclamo llamando su atención, se arrodillo ante el, pegando su frente al suelo y le suplico— Por favor le pido permiso para recoger alfas del pueblo y entrenarlos como mis propios samurais, algún día conseguiré el puesto de Daimyo y quiero a solo lo mejor de lo mejor a mi disposición...

– Ni siquiera tu has terminado tu entrenamiento y quieres enseñarle a otros, hijo mío un puesto como ese ni siquiera con tu linaje es tan fácil de conseguir, no me hagas reír.

– Hablo enserio padre, déjeme demostrale que igual puedo ser tan importante como mi hermano, enorgullecerse mas a nuestro clan, solo déjeme siquiera intentarlo —odiaba suplicar pero la ocasión lo ameritaba, el hombre mayor frente sonrío complacido.

– Si esa es tu meta, que así sea, se te dará una lista de los niños alfa que aun no han sido reclutados, solo puedes seleccionar a 5 de ellos, que aun no se te suban los humos hijo mío.

Justicia, honradez, compasión, honor, deber y lealtad, esto era ser un samurái, haría de sus subordinados la mejor representación del código de este, tal vez el no poseía ninguna de estas cualidades y tampoco las quería obtener, solo necesitaba personas fieles a el que las tuvieran para poder controlarlas a su antojo.

Salió del lugar con la frente en alto, cada día estaba un paso mas cerca de su venganza, a partir de ahora juraba que jamas la sombra de su hermano lo volvería a obligar a tener que rebajarse a algo tan humillantes como lo era suplicar, nunca se repetiría, por que haría que todo le suplicaran a el por favores. 

[           ❀          ]

Suspiro con fastidio, recordar cosas no le daría nada bueno, mucho menos asistir a algo tan burdo como lo era un teatro, el camino lleno de arboles y el olor a tierra mojada lo hacía perderse con frecuencia entre sus pensamientos, sería una agradable atmósfera de no ser que debía aparentar que le seguía la conversación a alguien. 

En el rickshaw*  se encontraban igualmente su prometida, quien le platicaba sobre sus planes para la luna de miel, a los costados del vehículo estaban sus samurais de mayor confianza, Kiba y Rock Lee, dos alfas de naturaleza de tierra, perfectos por si se llagase a dar algún ataque de bandidos por el camino, ellos responderían lo mas rápido y eficaz posible, rogaba que algo así pasara, por que tendría la perfecta excusa para no llegar. 

El ninja rubio [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora