— No, YangYang, debemos parar.— Dijo KunHang separándose del nombrado.— Esto está mal.
YangYang volvió a besarlo de manera lenta pero segura.
— Ambos lo deseamos, no seamos egoístas con nosotros mismos.— susurró contra sus labios mientras lo volvía a besar.
— Nos podrían ver, YangYang. Aunque Xiao éste de viaje, créeme que nos podrán ver...— KunHang tembló al sólo imaginarselo.
— Shh, tranquilo, estamos en un hotel, los dos solos... Nadie nos verá.— Sonrió mirándolo a los ojos.
Ambos se adentraron en el placer y lujuria, juntando sus cuerpos, como testigo ése tibio cuarto.
Sólo se escuchaban los gemidos y jadeos por parte de Liu, mientras los gruñidos de Wong. Ahora sólo eran uno, no había nada ni nadie que los parará, ambos lo sabían.
Al final de todo este dulce placer, se encontraba un desagradable final.
Porque toda mentira siempre sale a la luz, no importa el precio.
La vida es cómo un restaurante, no te vas sin haber pagado.
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