Una vez en casa de Leila sentía como mi mandíbula se iba a desencajar su casa era enorme y preciosa me encantaba, comimos como cohetes y me instale rapidísimo quería ver todo aquello ya así que yo y Leila salimos a pasear lo antes posible.
- todo esto es precioso.- dije contemplando las vistas
- si que lo es, oye que cámara mas bonita.
- sii me la compre aposta para hacer fotos a todo.
- jajaja me imaginaba.
Nos sentamos en un banco de un pequeño parque era precioso estuvimos allí como dos crias pequeñas haciendo el payaso y disfrutando al máximo, yo estaba feliz pero por una parte algo dentro de mi no del todo era extraño me faltaba algo y no sabía que era.
Cuando volvíamos a casa de Leila un hermoso perrito se acerco a nosotras era muy lindo y grande de un pelaje claro, yo y Leila miramos por todos lados pero no estaba su dueño así que decidimos llevarlo con nosotras y lo dejamos en el patio de atrás de la casa, lo alimentamos y nos quedamos un rato jugando con el hasta que fuimos a dormir, paso un gran rato y todos dormían yo no podía y por la ventana vi como el perrito tampoco así que baje al patio.
- Hola ¿tu tampoco puedes dormir?
El perrito miro hacia arriba y empezó a hacer un ruido lo que yo interprete como un llanto.
- ¿lo extrañas verdad?- dije refiriéndome a su dueño.- no te preocupes yo te llevare a casa de vuelta te lo prometo pero ahora descansa.- le dije acariciándolo y abrazándolo suavemente, cuando paso un rato el perrito estaba durmiendo y me quede mas tranquila.
Era por la mañana y oí a lo lejos unos ladridos y un Clau, tarde un rato pero me levante estaba en el jardín sentada en el suelo me olía a fresca hierba y hacia un sol radiante.
-Clau ¿que haces aquí?
- Nada que ayer no podía dormir bien y di un paseo me senté al lado de este chiquitín.- dije acariciándole.- y me dormí.
- Anda cámbiate que mira que pantalones llevas y ven a desayunar.
- Ya voy
Me fui a cambiar y me lave hoy me esperaba un día movidito.