«El carácter te lo va forjando la vida con la fuerza de sus embates».MieiraMusa.
Damián
Desperté acalorado, había sufrido otra noche de pesadillas, últimamente se repetían casi a diario, añadiendo imágenes más crudas, a las que normalmente invadían mi cabeza. Me senté en la orilla de la cama para tranquilizar mis pulsaciones, Me encontraba sudoroso y tenía dificultades para respirar, mi corazón latía a mil, descontrolando mi ritmo cardíaco, totalmente desbocado.No conseguía olvidar, no podía perdonarme. Sentía el peso de la culpa como una losa de granito sobre mi cabeza, sospechaba que un día acabaría por aplastarme. Nunca podría superar el trauma que aquella noche me había dejado, lo tenía asimilado, y únicamente quería encontrar la paz que me transmitía la iglesia: la calma y el sosiego que necesitaba se encontraba entre aquellos muros de piedra.
Poco a poco fui recuperando el control, tranquilizando mi respiración hasta que mis latidos se volvieron regulares.
Me levanté arrastrando la sabana arrugada, había tomado la decisión de dormir desnudo, me resultaba más cómodo que despertar con el tejido pegado a mi piel a causa de la transpiración. Me encaminé hacia la ducha para limpiar mi cuerpo y despejar mi mente.
Preparé mi sacrosanto café y acompañé el líquido humeante con un buen bocadillo de jamón serrano. Madrugar era mi primer mandamiento, me asqueaban los zánganos que remoloneaban hasta media mañana en la cama, sin oficio, ni beneficio.
Después de finalizar mi desayuno, me vestí para cumplir con mi primera obligación: ir a casa de Antón a revisar su convalecencia, tras sufrir un ataque al corazón: él era el párroco, que hasta mi llegada se ocupó de la parroquia. Había nacido en el pueblo y conocía todos los secretos y entresijos que los feligreses guardaban. Ahora, con una edad avanzada, se había vuelto un cascarrabias, negándose a reconocer que sus días de gloria habían terminado, y que no se hallaba en condiciones de cuidar a su hermana, postrada en una silla de ruedas debido a un trágico accidente en el cual quedó paralítica.
Salí de mi casa y puse rumbo a la de mi antecesor. A finales de julio cualquiera podría pensar que la temperatura sería muy agradable, pero esto era Galicia y aquí el tiempo siempre iba por libre. El sol no parecía que quisiera asomarse, unos nubarrones grises premonitorios se dibujaba en al cielo amenazando con lluvia.
Apreté la chaqueta que llevaba, ajustándola a mi pecho, la brisa mañanera me azotó con su frialdad. Mi indumentaria nunca cambiaba; una camisa negra con los pantalones del mismo color y el alzacuello que rara vea abandonaba, me gustaba la ropa que se adaptaba a mi cuerpo sin impedir mi movilidad. Avancé a buen paso, mientras disfrutaba de la belleza del pueblo en la serenidad de la madrugada.
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Rendido Al Pecado Vol- I Bilogía Damián
RomanceEl padre Damián, sufría terribles pesadillas por lo acontecido aquella terrible noche. El sacerdote, sin alma, escondía sus remordimientos entre los muros de su iglesia. Respiraba, pero no sentía, se conformaba con hallar en su altar; el perdón y la...