《Existen destinos peores que la muerte 》
Hay lugares donde quizás sepas que estás vivo, pero no sabes si realmente vives, porque todo por lo que estarías dispuesto a morir, parece ya haber muerto: Arcadia es uno de ellos. Donde la vida no es más qu...
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Era un día horriblemente nublado, los chubascos en el cielo anticipaban que se aproximaba un diluvio sin igual y era el día perfecto para que Sir Adolph nos diera una demostración de cómo tenía que estar preparado un soldado para soportar cualquier adversidad. Nadie me lo había dicho, pero ya sabía que hasta el ocaso, estaríamos afuera combatiendo entre nosotros, para acostumbrarnos a resistir bajo las peores condiciones.
Al menos tenía el consuelo de saber que no iba a recibir ningún mandoble en la cabeza, y estaba agradecido, aún me dolía de tan solo recordar el golpe del otro día. Esa vez, la batalla sería mano a mano, sin armaduras, sin escudos.
Tal vez estaba mal que me sintiera bien, pero me tocó para iniciar, un oponente bastante asequible ,pues me ordenaron pelear con Elises, por una parte, era excelente, el hecho de que estuviera ahí, significaba que sobrevivió al castigo y no corrió con la terrible suerte de otros, pero por otra, tendría clara ventaja, recién volvía de su castigo, no había probado bocado alguno en un día, y debía estar terriblemente, adolorido por la paliza que le habían propinado como reprimenda por su ofensa de antes.
No era la primera vez, era común que sucediera, casi todos habíamos pasado por ello, y normalmente, a nadie le interesaba si tenía ventaja para acabarte. Solo recuerdo un tipo al que nadie esperaba enfrentar incluso volviendo del castigo: Nordaj. A veces entre nosotros era común escuchar que no era un hombre, era una bestia, un animal, el tipo más fornido y enorme que haya visto. Tenía una fuerza increíble, en batalla era formidable, era despiadado y aterrador, no tenías oportunidad contra él. Casi nunca decía palabra alguna, llegué a creer que le habían cortado la lengua, más que palabras, solo se expresaba con gritos, más propios de un animal que de una persona, rugía y casi siempre luego o durante una pelea. Era una cosa, sin indicios de sentimientos o emociones. En una de nuestras primeras tareas como arcadianos, recuerdo que a cada uno se nos entregó un cabrito, desde ese momento, debíamos cuidar de el, colocarle un nombre, darle de comer, llevarlo a todos partes, era como tener un hijo de modo que, todos nos acostumbramos a ellos, les tomamos aprecio y cariño. Los vimos crecer.
Un día, al amanecer, recuerdo claramente, tener más ojeras que ganas de vivir, los ojos me pesaban, y me costaba abrirlos casi como si mis párpados estuvieran sujetados con una soga invisible, tenía un dolor de cabeza inclemente, como consecuencia de no haber dormido nada desde que llegué a la fortaleza para iniciar mi entrenamiento como arcadiano. Me costó demasiado acostumbrarme a esa nueva vida, lejos de casa, y siguiendo órdenes absurdas de unos idiotas poderosos que recién conocía y con los que no compartía ideales para nada.
Se presentó Sir Adolph en el castillo junto con otros soldados, nos reunieron en un salón junto con los animales, nos hicieron entrar uno por uno en una habitación, y una vez adentro, nos entregaban una daga, nos pedían ponernos frente a los cabritos, y nos daban una única orden: Mátalo. Yo no podía creer lo que estaba escuchando, pensé que solo se trataba de demostrar que eras capaz de hacerlo y te pedirían que te detuvieras, pero no fue así, todos tuvimos que hacerlo. Pasé una enorme cantidad de noches llorando, sin que me descubrieran, claro, o me habría ido muy mal, los arcadianos no lloran, llorar es mostrar debilidad, y no hay lugar para arcadianos débiles. Luego de ese día, no volví a ver a unos cuantos chicos que llegaron al castillo al mismo tiempo que yo, pasó tanto que apenas y recuerdo sus caras, supongo que no pudieron pasar la prueba, quién sabe qué habrán hecho con ellos, pero entre los soldados, se rumoraba todo el tiempo que hubo un solo niño que ni se inmutó al cortarle el pescuezo al indefenso animal, parece que hasta lo disfrutó, y ese era Nordaj. Un auténtico monstruo. De ojos azules y una rubia y brillante cabellera, pero por dentro, era el ser más horrible y despreciable que haya conocido.
Era momento de enfrentarme a Elises, todo consistía en luchar hasta que alguno de los dos sacara al otro de círculo de tierra sobre el que estábamos. No hallaba cómo hacerlo, tenía miedo de dejarlo mal herido, pero si me contenía, nos iría mucho peor a ambos. Él tampoco lo puso fácil, estaba resistiendo, tenía fuerzas aún, a pesar de todo, no lograba moverlo, le conecté par de puños en la cara, él me los devolvió con aún más fuerza.
Intenté atacarle los pies pero no tuve éxito; más bien, aprovechó para darme un cabezazo en el pecho. Tragué dolor y esta vez le di con fuerza un rodillazo en el estómago, cayó, pero seguía dentro del círculo. Resbalé y fue cuando estuve a su altura y me dijo por lo bajo, con una voz gutural y un tono decadente:
―Patéame, con fuerza, acábame, mátame, por favor…
― ¿Qué estás diciendo?
―Te lo suplico, hazlo.
No sabía cómo reaccionar, no lo había golpeado tan fuerte, pero teniéndolo tan cerca noté que tenía muy mal aspecto, lucía hasta más delgado, maldición solo quería terminar de sacarlo y acabar el combate. Entonces, bastó con solo empujarlo con el pie para que por fin cayera fuera de la tierra. Y no sé cómo describir lo que ocurrió después… ----------------------------------------------------------- Hola! Hasta ahora no me había tardado tanto en actualizar,ya falta poco para 1K de lecturas y es algo increíble, espero te esté gustando lo que lees, así que,si te agradó el capítulo no olvides votar y dejarme tu opinión en los comentarios,ah, pero si no te gustó el capítulo, también puedes votar y dejarme tu opinión en los comentarios 🧐.
