Capítulo II

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Unos toques en la puerta lo hicieron despertar. Intentó levantarse pero se vio inmovilizado en su lugar. Bajó la mirada y se dió cuenta que tenía pegado como garrapata al pelinegro.

—Que desagradable... —Murmuró asqueado pero tampoco tenía ganas de levantarse por lo que volvió a acostarse solo que esta vez paso su brazo por la pequeña cintura del chico y lo acercó a el.

Escucho como la puerta fue abierta y al instante supo quien era.

—Keith, acomoda la habitación para el... —La mujer dejo una bandeja con dos desayunos sobre su mesa de noche y luego asintió. —Gracias, ¿puedes arreglar el trabajo que supongo tengo que hacer hoy?

De reojo vio como la mujer volvió a asentir y acto seguido se retiró cerrando la puerta detrás de ella.

—Ella fue la que me recibió... — Habló algo adormilado Megumi mientras se frotaba los ojos. —Fue muy amable, me mostró dónde era tu habitación, solo que nunca me dijo ni una palabra...

—Keith no habla —El pelirrojo vio la oportunidad para separarse de esa vergonzosa situación. Tomó la taza de café de un sorbo y luego la dejo sobre la bandeja nuevamente. —Le pregunté a mi padre y el me dijo que solo sabía que estuvo con mi abuela y que jamás la escucho decir nada.

Ryomen se levantó y abrió su armario en busca de ropa para ponerse luego de darse una ducha. Megumi, aún algo perdido, tomo la taza de café que estaba llena y comenzó a darle pequeños sorbos.

—Me iré a bañar, levántate y busca algo que te quede, luego irás tú —El pelinegro lo miro confundido, su cerebro empezaba a funcionar una media hora después de despertarse por lo que no entendía lo que quería decir. —Iremos a comprar cosas para que adornes tu nueva habitación

Fushiguro asintió y el pelirrojo le dirigió una última mirada para luego meterse al baño. Diez minutos más tarde Sukuna salió de ahí con el pelo mojado, echado hacia atrás, y con nada más que una toalla en su cintura.

—Que lindo cuerpo tiene, señor mafioso~ —Canturreó con una sonrisa pícara el pelinegro, no lo admitiría delante de él pero Sukuna estaba de morirse.

—Callate y ve a bañarte —Megumi río con diversión, agarró la ropa que se había buscado para ponerse anteriormente y segundos después se metió al baño bajo la atenta mirada del pelirrojo.

Sukuna se quedó mirando la puerta cerrada unos segundos más para luego agitar la cabeza hacia los lados, tomó la bandeja de plata y salió de su habitación en dirección a la cocina. Al entrar se encontró con una señora más baja que el, de tal vez unos cincuenta años y con algunos kilos de más.

—Hola Marie, te dejo esto —La señora paró de cortar los vegetales para mirarlo a el, con una sonrisa maternal en su rostro.

—Buenos días, Ryomen — Él chico le sonrió ligeramente y ella se acercó a darle un beso en la mejilla. —¿Cómo te sientes? ¿Quieres algo especial para el almuerzo?

—De hecho, quería avisarte que no cuentes con nosotros, seguramente comeremos algo afuera... —La mujer pareció sorprenderse un poco pero luego amplió su sonrisa causando que sus arrugas se marcaran un poco más de lo usual.

—¿Tu y el pequeño Megumi? —Sukuna no se sorprendió por que supiera su nombre, si no por la mirada pícara que recibió de su cocinera. —¿Ya estás haciendo uno de tus movimientos?

El pelirrojo se sonrojo un poco y apartó la mirada con vergüenza. Con la cabeza gacha se despidió de Marie y comenzó su camino hacia su habitación nuevamente pero al dar un par de pasos se detuvo abruptamente.

—Keith, buenos días... —La mujer asintió y luego tomó entre sus manos la corbata que llevaba puesta, aflojando un poco el nudo y luego acomodandolo otra vez pero más prolijo. —Gracias.

Llevaba un traje negro, con unos zapatos y corbata del mismo color y una camisa blanca debajo. Keith esta vez tomo su mano y lo hizo sentarse en la mesa, de su pequeño bolso saco un esmalte negro, un bote de acetona y una bolsita con algodón.

—¿Puedes comunicarte con Jane y decirle que nos pase a buscar? —La rubia asintió mientras quitaba el color y minutos después terminó de pintar sus uñas nuevamente.

Sukuna dirigió su mirada hacia las escaleras, mirando al pelinegro que bajaba por ellas, tenía puesto una camisa blanca metida en un pantalón negro que enmarcaba sus muslos y cintura. Debía admitir que era bastante atractivo si se lo proponía.

—¿Listo? —Megumi asintió y ambos salieron de la mansión. Una limosina negra paró delante de ellos y Sukuna le hizo una señal al otro para que suba. —Jane, llévanos al centro comercial.

El viejo hombre a cargo de conducir el vehículo asintió y comenzó a avanzar en la dirección acordada.

—¿De donde conseguiste esa ropa? — Preguntó con curiosidad Sukuna, el pelinegro lo miro con una sonrisa pícara y colocó sus manos alrededor de su cintura, dando un aire sensual, tuvo que tragar en seco para no abalanzarse encima del pequeño chico. —Que yo recuerde no había nada así en mi armario...

—Keith me lo dio —Explicó mientras recordaba como, minutos después que Ryomen entrará a bañarse, la mujer había tocado la puerta dos veces y le había dado eso sin decir nada. —Me queda bien ¿verdad?

Sukuna apartó la mirada fingiendo desinterés, pero por dentro se estaba muriendo de ganas de tomarlo ahí mismo y el sonrojo juguetón del pelinegro no ayudaba. Siempre tuvo un apetito sexual voraz pero esto se le estaba llendo de las manos. Hace mucho que no se echaba un polvo, seguramente era eso.

—P-Para nada, se te ve horrible... —Megumi se llevó una mano a la boca tratando de contener una carcajada. —¿Que es tan gracioso, imbécil?

—Nada, nada... —El pelinegro exhaló todo el aire de sus pulmones, con la intención de detener la inminente risa. —E-Es solo que, tu cara f-fue muy graciosa

Intento fallido, estalló en risas mientras se sostenía el estómago. Sukuna lo miro con desprecio y molestia, maldijo a su difunto padre por haberle dejado una sorpresa tan frustrante.

—Espera... ¿Cual se supone que es tu trabajo?

Las risas fueron reemplazadas por una sonrisa llena de soberbia y esos profundos iris de mar ahogaron el fuego escarlata en una mirada de clara superioridad y narcisismo.

—¿Mi trabajo aquí? — Repitió la pregunta mientras ampliaba un poco su sonrisa y se cruzaba de brazos y piernas. —Yo soy tu sicario personal.

Bloody Lovers /// SukuFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora