ᴡɪʟᴛᴇᴅ ʟᴏᴠᴇʀꜱ ── ᴋʟᴀᴜꜱ ᴍ. [en pausa]

𝖔𝖓𝖈𝖊. Wild at Heart

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Evangeline sabía que había hecho lo correcto, se sentía correcto así que lo hizo. Pero, ¿porqué se sentía tan mal después? No sabía por que sentía tanta culpa y remordimiento, aunque Tristan hubiera recibido lo que se merecía... seguía siendo su hermano. Su hermano mayor, quien era más como un padre que un hermano.

Lo traicionó y la idea de darle la espalda... la atormentaba, ¿y para qué? Para nada, para estar sentada sola, preguntándose qué tan jodida esta en realidad. Elijah y Klaus luchaban el uno por el otro, por su familia, pero ¿por qué luchaba ella? Nada.

Si Rebekah hubiera estado allí, le habría dicho que estaba luchando por Klaus y Evangeline lo habría negado inmediatamente, pero entonces pensó en las palabras de Elijah.

"En realidad nunca lo odiaste."

Tal vez nunca lo hizo, pero quería hacerlo. Evangeline se convenció a sí misma de que lo odiaba por una falsa creencia de fingirlo hasta lograrlo pero habían pasado mil años y seguía fingiendo sin progreso.

Se pasó la mano por la cara, suspirando con frustración mientras esperaba que el hechizo de Freya funcionara para poder cazar a Aurora; alguien la había sacado y Klaus decía que era Lucien, pero Evangeline estaba en contra de la idea.

—Está oculta. —Freya dijo, mirando desde su mapa hacia Evangeline mientras la pelirroja seguía pensando en dónde podría haber ido Aurora. —No tienes que encontrarla, sabes... si se fue entonces ya no hay problema.

—No, no, no... tengo que encontrarla. —Evangeline negó con la cabeza insistiendo. —Te apoye cuando hacías un hechizo que pudo matarte, así que al menos respeta mi decisión de encontrarla y darle una paliza y a quien la haya sacado.

Freya suspiró a punto de responder antes de que Elijah la interrumpiera. —Me temo que tenemos más asuntos que atender.

Evangeline volteó hacia él con una ceja arqueada. —¿Cómo qué? ¿Pensar en todos los lugares en los que podría haber estado en lugar de aquí? ¿¡O fingir que estoy perfectamente bien para no tener que arrancar todos los corazones y convertir Nueva Orleans en un desfile de lluvia de sangre!? —Ella le espetó exhalando bruscamente. —Sí. Bueno, en ese caso, ¡puedo hacer todo eso porque soy un maldito Dios!

—Evangeline...

Ella le cortó. —¿Qué? ¿Qué es lo que podrías decir para detener esa molesta voz en la parte posterior de mi cabeza que me grita que soy un pedazo de basura? —Evangeline enarcó las cejas y cuando ninguno de los Mikaelson dijo nada, se marchó tirando al suelo una lámpara que había junto a la cama con enojo.