𝔖𝔞𝔪𝔞𝔢𝔩

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Aquella gigantesca habitación que solo la decoraba un trono y escaleras que llegaban a esta, estaba vacío

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Aquella gigantesca habitación que solo la decoraba un trono y escaleras que llegaban a esta, estaba vacío. Los guardias, demonios, que estaban encargados de vigilar a su amo pertenecían en el mismo lugar sin mover ni un músculo a pesar de que aquel trono estuviera vacío. Solo había un silencio espeluznante, pero fue ocupado por rápidos pasos. Unos tacones chocaban contra el suelo de marfil al caminar. Iban con prisa atravesando aquella larga habitación lineada por demonios hacia el trono.

Los pasos se volvían torpes ya que empezaban a tropezarse son las telas de su vestido al caminar. Aquella delgada mujer tuvo que detenerse para agarrar un buen trozo de sus telas para seguir caminando. Los demonios no hacían nada al respecto, tan solo estaban callados compartiendo algunas miradas cuando aquel ángel blanco pasaba por delante de ellos. No se dirigía al trono, sino a la habitación de al lado. Una habitación que hacía de conducto para adentrarse por completo al palacio.

Paredes negras con tenias luces rojas era lo que iluminaban esos largos pasillos decorados con algunas calaveras y retratos. Un sitio sombrío y oscuro para alguien como ella.
Camina con desespero pisando aquel marfil blanco, estaba a punto de correr pero aquellos zapatos no se lo permitían.

Una vez llegada al final del pasillo observó a los grandes demonios que protegía la puerta. No le hizo falta pedir permiso para abrir las puertas y cerrar inmediatamente al entrar.

-Samael.-Anunció la mujer acercándose con pena a aquella cama de sábanas blancas.-Samael, ¿que ha ocurrido?-Se sentó en el borde de la cama observando al hombre yacido en la cama.

-Haniel.

Llamó a la mujer con voz ronca y cansada extendiendo una mano hacia ella, buscándola. La azabache no tardó en tomar su mano y dirigirla a su rostro dejándose acariciar por la fría mano del rey.

-¿Que ha pasado?

-Parece que me queda poco.-Susurró el demonio sin dejar de acariciar el rostro de su mujer.-Creo que solo aguantaré un siglo de reinado.-La mujer con tristeza se recostó en el pecho de su amado.

-Un siglo son cien años... aún te queda mucho. Tan solo descansa.

-Creo que ya va siendo hora para que Kamal tome mi lugar.-El ángel se quedó en silencio en el pecho del demonio.

-No va a querer. Sabes que a Kai no le interesa gobernar el inframundo. No arruines su vida tan pronto, amor ten piedad.

-La piedad es cosa de tu padre, Haniel.-Susurró cansado acariciando el cabello del ángel mientras pensaba en un plan.

-Hueningkai no querrá atar su eternidad a esto. Nunca dejará el mundo humano. Además tiene sus propios problemas con ese muchacho.

-Si sigue con él morirá.

-O no.

-¿No?

-Tengo una solución para que salgamos todos ganando.

Liar•Be my angel [Tyuning] #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora