—Marcelo...
—¿Qué, Chapita? —susurré, mirándolo a los ojos.
Guillermo se me acercó un poco y susurró:
—Creí que ya me habías olvidado.
—¿Eh? No Guillermo, nunca te olvidaría —dije—. Traté de hacerlo, pero nunca te pude olvidar.
—¿E...enserio?
—Sí, a... Chapi —recordando esos años, casi le dije amor.
—Epa, ¿qué ibas a decir, Muñeco? ¿Amor? —dijo Guillermo, con tono burlón.
—No —no sé ni porqué traté de mentir.
—Sí, ibas a decir amor —para mi sorpresa, Guillermo no habló con tono burlón, sino que lo hizo con un tono algo...¿Esperanzado?
—¿Y qué si lo iba a decir?
—Todavía me amás —dijo Guille, esta vez, con clara esperanza.
Vi que le brillaban los ojos y aparté la mirada, algo sonrojado. Ni yo sabía si seguía amando a Guillermo o solo lo extrañaba por esa "amistad" que teníamos.
—Todavía me amás, ¿no, Marce? —preguntó Guille, algo dudoso.
Yo no le dije nada, solo me relamí inconscientemente los labios.
—¿Por qué estás tan nervioso? —me susurró Guillermo, acariciándome con un poco de duda la mejilla.
—Por nada —murmuré.
«¿Y a vos que te parece, Chapita? ¿Por qué estaré tan nervioso?»pensé, irónico.
Nos quedamos en silencio.
Unos minutos después, Guille me empujó juguetonamente. Lo miré un poco sorprendido y divertido. Él me miró travieso y se levantó. Unos momentos más tarde, los dos estábamos persiguiéndonos entre risas.
—Seguís siendo un nene, Guille —dije entre risas.
—¿Mmh, seguro? —dijo Guille, y se tiró encima mío. Yo lo pude esquivar por poco y el pobre se cayó y se pegó contra el piso.
—¿Estás bien, Guillermo? —le pregunté, bastante divertido.
—Sí —respondió Chapita.
Le tendí la mano para que se levantara. Guille me la agarró, pero me tiró con él al piso.
—Hijo de puta —susurré.
Guille sonrió con maldad y me empezó a hacer cosquillas. Apenas pude, contraataqué.
—B... Basta, Gui... Guille —traté de decir entre risas.
—¿Eh? —murmuró Guille, y se me acercó bastante, para "escuchar" lo que decía.
Yo sabía perfectamente que Guillermo me había escuchado bien, y que hacía eso a propósito, para ponerme nervioso.
—¡Salí! —dije entre risas, dándole un manotazo.
—Ajá, pero bien que no te molestó eso —observó Guille (¿Qué tenía que ver que no me molestara?).
—¿Qué tiene que ver? —dije.
—Nada... —dijo mi amigo enigmáticamente.
Al ver la miradita que me dio, aparté la mirada.
Guillermo, con un suspiro, me pasó el brazo por los hombros y me atrajo un poco hacia él. Me miró y se mordió el labio, apartando la mirada.
«Guille...» pensé.
Estaba empezando a darme cuenta de que solo estaba confundido, pero que nunca había dejado de amarlo.
Apoyé la cabeza en el hombro de Guille, relamiéndome los labios, algo nervioso.
—¿To... todavía me...me amás, Marcelo? —musitó Guillermo, nervioso.
Yo tragué saliva: sí, lo seguía amando, pero... ¿Le digo o no le digo? Si le mentía iba a ser lo mismo, porque Guille me conocía, y también porque yo no podía mentir.
Me quedé callado.
Guillermo, lentamente, se me acercó y me besó el cuello.
—Basta, Chapita —susurré, nervioso.
—Fo, bueno, bueno —gruñó Guille.
Estaba medio enojado el pobre.
Le agarré la mano y, disimuladamente, me le acerqué. Antes de que él se diera cuenta, le besé rápidamente el cuello. Guillermo se sobresaltó un poco, al no esperar eso. Me miró.
—¿Qué? —le pregunté, haciéndome el boludo, fingiendo que no sabía porque me miraba así.
—Por fin lo hiciste —susurró Guille, apartando la mirada.
Me sonrojé.
—Basta —dije, medio incómodo por esas insinuaciones de mi amigo.
Guillermo soltó una risita traviesa, antes de mirarme...
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Te sigo amando
RomanceDonde Marcelo Gallardo se encuentra con Guillermo Barros Schelotto, y le dice algo que se estuvo guardando durante años.