Intro

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*Narra Marcelo*

Un día, después de terminar un superclásico, estaba caminando por los pasillos de La Bombonera, dirigiéndome al vestuario visitante.

De repente, me pareció escuchar algo, como unos gritos, en una piezita. Miré, pero no me atreví a acercame más.

Escuché unos gritos y vi algo medio raro: Gustavo Barros Schelotto salía de la pieza, gritando hacia adentro:

—¡Sí, es tu culpa y lo sabés! ¡Fuiste vos el que le hizo eso, si querés que te recuerde! ¡Vos re nervioso antes de este partido y no te atreviste ni a decirle algo, la puta madre!.

No pareció notarme. Se fue dando un portazo.

Luego de dudar unos segundos, decidí mirar hacia adentro. Me acerqué y abrí lentamente la puerta. Me paré ahí y...

—¡Dejame! —escuché que decía... Guillermo, con la voz ahogada

Parecía estar llorando: tenía la cabeza escondida entre las rodillas.

—¿Gui... Guille? —medio tartamudeé, algo impresionado al verlo llorar.

—¿Marce? —susurró él, limpiándose la cara rápidamente.

Me miró: tenía los ojos un poco rojos debido al llanto.

Los dos nos quedamos quietos, mirándonos. Después de tantos años, volvíamos a estar solos, como en los viejos tiempos.

Yo, dudando, me le acerqué tímidamente. Él, notando (como antes) lo que quería hacer, se movió un poco para que me pudiera sentar. Me senté a su lado, recordando más que nunca esos 3 ó 4 años.

—¿Qué... qué te pasó? —le pregunté.

Él se relamió los labios (estaba medio nervioso. Me di cuenta porque yo hacía lo mismo. No sé si yo le pegué a él eso, o viceversa) y musitó:

—Gustavo.

—¿Qué hizo?

—Me hizo recordar de nuevo algo del pasado —murmuró Guille, sin mirarme.

—¿Qué fue? —le pregunté en un leve susurro, apoyándole tímidamente una mano en el hombro.

Guillermo, por fin, me miró. Me miró a los ojos, como tratando de darme una especie de indirecta. Sin siquiera darnos cuenta, y olvidándonos de lo que habíamos hablado segundos antes, nos perdimos en los ojos del otro, nuevamente después de varios años...

Te sigo amandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora