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Dicen que después de la lluvia sale el sol.

Así era.

Y vaya que Hinata odiaba ese dicho, sobre todo cuando era tan literal.

Montones y montones de capaz de ropa sobre su cuerpo fueron necesarias (pero no suficientes) para poder salir de casa, no sin antes cuestionárselo una vez, luego otra y después otra más. ¿Era necesario? ¿De verdad tenía que ir a trabajar? ¿Tenía que salir de casa con aquel frío abundante que le congelaba hasta el último hueso del cuerpo?

Hinata creía que no. Ella en serio pensaba y reafirmaba que no lo necesitaba, pero la deuda universitaria, el vivir sola y tener que alimentarse correctamente como se lo exigía su cuerpo diariamente le decía todo lo contrario, gritándole que debía de hacerlo aunque las cobijas sobre su cama fuesen más tentadoras.

Terminó por confirmarlo tiempo después cuando luego de una larga espera en el paradero de buses y un corto viaje en este mismo, apenas ingresando a la cafetería, Hinata tuvo a su compañera de trabajo sobre ella colgada de su cuello mientras chillaba un millón de cosas que Hinata no logró entender, fue tanta su confusión que no supo supo si Matsuri la había extrañado en su día de ausencia o derechamente le arrojaba una maldición.

En el peor de los casos de seguro la estaba encadenando a algún ritual de dudosa procedencia.

—¡Matsuri, Matsuri! Tranquila, por Dios... —Hinata tomó a la castaña por los hombros para poder alejarla de su espacio personal.—¿Qué ocurre?

—¡¿Que qué ocurre?! —Chilló exasperada y al borde del colapso.—¡¿De verdad me lo estás preguntando?!

—Ah... ¿Sí?

Matsuri permaneció con la boca abierta por un máximo de segundos que Hinata no logró contar hasta que después la castaña comenzó a caminar en círculos completamente indignada mientras se dedicaba a masajear el puente de su nariz con sutileza. Hinata podía jurar que ella estaba susurrando cosas, y, siendo sincera, no estaba muy segura de si las quería oír.

—¿Tienes idea de lo preocupados que estábamos? —Preguntó tiempo después cuando sus vueltas circulares se detuvieron, ahora Matsuri esperaba una respuesta impacientemente.

—¿Estábamos?

—¡Sí, estábamos! Es que tú... ¿Acaso perdiste tu teléfono? ¿Estás incomunicada?

—No...

—¡¿Entonces por qué no respondías?! ¡Te llamé como loca toda la noche! ¡Incluso intenté recordar el número de tu casa y como me equivoqué tantas veces terminé rindiéndome! ¡Naruto también te llamó durante todo el día! —Con las cejas en lo alto de su frente y los ojos bien abiertos, Hinata apenas y pudo procesar todo lo que Matsuri le estaba diciendo cuando fue consciente de que estaba siendo regañada a primera hora de la mañana.—¿No vas a decir nada?

Podría.

Hinata podría decir algo pero tenía miedo de que ese algo terminara poniendo a Matsuri en un estado de shock nervioso, sobre todo con lo molesta que se veía.

—Yo... Uhm... —Hinata peinó su cabello en un gesto nervioso mientras sus ojos iban y venían, perdiéndose y divagando entre las mesas limpias, los ventanales con la publicidad de la cafetería y así, un sinfín de cosas en las que pudo entretenerse hasta que nuevamente se encontró de frente con el ceño fruncido de Matsuri. Si no la conociera de la forma en que lo hace, Hinata podría jurar que la castaña estaba al borde de lanzarse sobre ella de nuevo pero esta vez para golpearla y dejarla sin cabello.—¿... Lo siento...?

Cerró los ojos y los presionó con fuerza cuando vio a Matsuri repetir su pequeña frase como si no pudiera créerselo.

—No apareciste en todo el día —Matsuri levantó su mano derecha y alzó uno de sus dedos.—, no respondías a las llamadas de Naruto —Levantó otro más.—, no respondías a las mías —Uno más.— y así de simple apareces hoy como si no me hubieras tenido armando teorías conspirativas sobre ti y sobre donde demonios estabas que no dabas señales de vida.

By messages┊NaruHinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora