Estaba dormida, o eso creía. Unos firmes pero cálidos brazos me sostuvieron, sentía que flotaba. Era una sensación cercana, quién me tenía, me entregaba esa tranquilidad de que entre sus brazos estaría segura y aún sin poder abrir mis ojos por la pesada somnolencia, sabía perfectamente quién era.
Su aroma amaderado, su suave respiración, incluso los latidos que llegaban a mí desde su pecho, aún dormida, me decían su nombre a gritos. Y al mismo tiempo, seguían meciéndome los sentidos.
El sutil vaivén acabó cuando sentí mi cuerpo inclinarse y pronto una suavidad que se sentía como nubes. Algo pesado y abrigado cayó tranquilamente sobre mis hombros. Una caricia acomodó mi cabello y luego un beso tibio reposó varios segundos en mi frente.
Mis párpados pesados se abrieron perezosos.
—Descansa, ha sido un día largo.
Su voz profunda y tan baja como un susurro, provocó un escalofrío que se arremolinó en mi estómago, haciéndome encoger contra las mantas que él había puesto sobre mí.
— ¿Se quedará… aquí?
El dorso de su mano rozó apenas mi mejilla y una media sonrisa tiró la esquina derecha de sus labios. Era encantadora.
—Duerma.
—Kazuto…— se estaba yendo, pero el llamado de su nombre lo detuvo. Por un momento, en sus ojos negros como un oscuro abismo que no deja escapar ni una gota de luz, pude ver una pequeña duda.
Empero para él, yo todavía era una niña.
Y solté la manga de su camisa que había tomado cuando lo llamé.
Volvió a sonreírme y se detuvo justo en el umbral, la noche ya había caído quizás hace algunas horas, y toda la oscuridad era apenas alejada por una vela oscilante que enviaba siluetas de sombras por cada rincón. Kazuto me daba su espalda, era alto y esbelto, pero aún así, toda su silueta se veía imponente en esa noche fría. Su rostro me dejaba ver su definido perfil y desde sus labios, un vapor exhaló por algunos segundos.
—Hará frío.
Mencionó sin mirarme y solamente dejé escapar un sonido mudo afirmando.
—Buenas noches, señorita.
Él cruzó la puerta, sin decirme nada más.
Él era mí guardaespaldas y yo… yo era la hija del jefe del clan Yuuki, Yakuza.
.
La primera vez que lo vi, fue a días de cumplir los dieciséis años. Estaba molesta, mi padre me había informado que debía tener escolta personal, era una de las herederas del clan; pero jamás había pedido serlo.
Una sucesión de incidentes llevó a mi padre a obligarnos a estar siempre con un guardaespaldas.
Kazuto era el mío.
Cuando se presentó ante mí, sus ojos oscuros parecían mirar a la nada, eran como un profundo agujero negro atrayendo la luz, para perderla dentro de esos magnéticos y enigmáticos ojos negros. Por un segundo, me habían hecho perder la noción de mí, como si me llamaran.
—Él es Kazuto, será tú sombra Asuna, no irás a ninguna parte sin él.
—Padre. — Exclamé bajo, pero firme. Aunque nunca había tenido la oportunidad de contradecir nada de lo que él decía. Su palabra, siempre debía ser la última.
—No es una pregunta, Asuna.
Su tono fue severo e imperturbable, igual que el rostro de mí ahora “sombra”.
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Es mí Sombra
FanfictionDentro de la gran mafia Japonesa, ella era ajena, pero terminó en medio de un conflicto y adentrándose en un mundo del que antes era ciega. Cuando conoce a Kazuto, algo dentro de ella nace, ¿él sentirá lo mismo?