67| Snowy Town.

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Me encontraba repleta de sentimientos encontrados, la felicidad, los nervios y un montón de emociones más me tenía la piel de gallina.

El cielo había comenzado a dejar caer su helada lluvia sobre el camino así que subí la calefacción del auto para entrar en calor. 

Habíamos conducido en la autopista por aproximadamente una hora y por suerte aún no lográbamos toparnos con algún otro policía.

Pude ver a Amaia realizar unas expresiones extrañas con su rostro.

─¿Qué te sucede? ─demandé saber confundida.

Pude verla llevarse la mano derecha al brazo izquierdo.

La castaña suspiró y luego observó su mano, me estremecí por unos instantes al darme cuenta de que estaba empapada de sangre.

─Maldición. ─musité─. ¿En qué momento? ─demandé saber.

─Fue el sujeto del estacionamiento. ─respondió.

Pensé en una rápida solución.

─Detén el coche. ─le ordené.

Negó con la cabeza.

─Estoy bien. ─contestó.

─Amaia, detén el coche. ─insistí. 

Pude verla arrugar nuevamente el rostro.

─¡Detén el coche! ─exclamé.

Pude verla colocar su pie sobre el freno y hundirlo hasta el fondo.

─Yo conduzco. ─me ofrecí─. Baja del auto. ─seguí.

─Estoy bien Olivia, no es nada grave. ─siguió.

─Cambiemos de asiento, sal del auto. ─repetí.

Procedí a quitarme la camiseta y colocarla sobre el tablero de copiloto.

─Vamos, voy a revisarte. ─dije.

La castaña asintió y finalmente accedió.

Ambas bajamos del auto al mismo tiempo, yo me di la vuelta por la parte de adelante y ella por atrás.

En cuestión de segundos había logrado quedar completamente empapada de lluvia.

Subí al asiento de conductor y Amaia se posó en el lugar de al lado.

─Mierda. ─musité al ver su herida.

Mientras intentaba visualizar su herida en la oscuridad suspiré aliviada.

─Sólo te rozó, estarás bien. ─confesé.

Me incliné hacia los asientos de atrás y tomé la mochila, luego saqué la caja de píldoras para el dolor y le ofrecí dos a la castaña.

─Quítate esa porquería. ─dije haciendo referencia a la bata quirúrgica que aún llevaba puesta.

Amaia obedeció de inmediato. 

─Ponte mi camisa. ─se la ofrecí y ella la tomó con rapidez.

─¿Crees que esto salga bien, Olivia? ─preguntó observándome fijamente.

Mi corazón se aceleró y mis orejas se pusieron tibias. 

─Estaremos bien, sólo debemos permanecer unidas. ─solté de golpe.

─No quiero que mi hijo vea el cadáver de su madre muerta por un canal de televisión. ─mencionó con los ojos cristalizados.

Sentí un nudo formarse en mi garganta.

INOCENTE © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora