⚠︎ ; escenas algo explícitas con contenido sensible.
무지개
no leas esto si no quieres romper tu corazón ☹︎
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Aquella tarde era cercana a la pasada mención del día en que prometieron tener una hija.
Era algo así, como llamarlo, la revelación de la vida. Porque hasta ese punto sus historias seguian unidas y parecían tener un final digno de un cuento de hadas.
Todo hasta ese instante.
Podía estar escuchando música o solo estar pensando en la cena de esa noche. Cualquier cosa, estaba distraída.
Caminaba pensando en lo divertido que era el destino.
No escucho en ningún momento la voz de aquel hombre que no merecía ser llamado como tal. Quizá habría reacciónado si no hubiera estado muy ocupada pensando en que Soojin podría querer ir al cine el fin de semana o que Soojin había programado ya su cita en la mejor clínica de la ciudad. Ella sintió un tirón de su brazo hacia un callejón maloliente y solo. El repugnante aroma del alcohol de aquel hombre y el miedo tras el descubrimiento de lo que estaba pasando. Estaba medio atontada por el hecho de que ni siquiera esperaba aquello.
¿Qué estaba ocurriendo? No lo sabia muy bien. Estaba totalmente desconcertada.
Él estaba diciendo algo, algo sobre que era una chica bonita. Claro, con palabras más vulgares y una mirada morbosa. Y por supuesto, no faltaron los enfermos comentarios que se referian a su cuerpo. Escuchó algo como que se había enamorado de ella durante el trabajo.
Vio sus ojos cafés volverse más oscuros y lo miró atenta sin una gota de sangre en su rostro al momento en que mordió su labio con claras intenciones.
─¿No te han dicho que no camines tan tarde en la calle?
Apartó su mano de un tirón y lo único que consiguió fue un golpe en el rostro. Directo en el pómulo.
No creía conocer un miedo como ese. Su cabeza seguía procesando mil ideas que le permitieran salir, pero incluso el instante que tuvo para poder levantarse del suelo fue en vano porque volvió a ser lanzada contra el piso. Duro y frío. No era tiempo para analizar las sensaciones, pero era mejor que pensar en lo fuerte que golpeó su hombro al piso.
Estaba segura de que no olvidaria ese rostro, con ojos tan perversos como los suyos y una mueca que le hacía querer dar arcadas. Solo entonces entendió lo miserable que sería ese momento. Cómo un rostro que le había dado una sonrisa amable podía tratarla con tanto odio.