Capítulo 2- Entre todas las ratas

16 0 0
                                    

Mis días siempre son la misma rutina. Me paso el día pegada a mis sábanas dándole vueltas a todo en mi cabeza hasta el punto de marearme. Dormir y despertarme una y otra vez y con suerte comer comida basura, simplemente para poder mantenerme viva.
Cuando llega la tarde voy con mis materiales hasta la playa de siempre, esa playa que me acoge sin importarle lo que se esconde detrás de mí, dónde puedo ser yo misma. Ese lugar me encanta, con unas rocas de forma semicircular que forman un pequeño lugar que me abraza y me hace sentirme cómoda.
Allí es donde me desahogo con mis pinceles, pinturas y lienzos. Dónde puedo liberar todos los sentimientos que llevo acumulando desde el día anterior.

Cuando llega la noche mis tormentos vuelven a mí y mi pasado me rodea. Venganza, eso es lo que busco. Que aquella gente que ha matado a mi madre acabe en la tumba. Nunca pensé que llegaría a matar a alguien, siempre creí que no le haría a nadie lo mismo que le hicieron a mi madre, pero una vez coges la pistola y aprietas el gatillo apuntando al pecho de aquella persona que asesinó a tu madre, te sientes libre. Desde el momento en el que maté a aquella persona no pude parar, buscando aquella venganza que siempre quise.
En este punto de mi vida mis manos están llenas de sangre, y aunque suene horrible eso me reconforta. Porque sé que las personas a las que le he concedido la muerte son personas que no aportan nada bueno estando vivas.

A veces pienso que seria de mi si nunca hubiese existido. Mi padre no abandonaría a mi madre sin dinero, si yo no me hubiera metido en aquel trabajo no hubiera pasado nada. Estaba rodeada de un mundo de drogas y prostitución, en el que nada era seguro. Es por eso que mi madre falleció, por mi culpa, mi puta culpa.
Desde mucho tiempo mi madre había estado consumiendo drogas. Le debía mucho dinero a aquel señor, pero no teníamos dinero. Mi madre estaba hundida en la miseria y yo junto a ella, se pasaba los días bebiendo y drogándose como vía de escape a sus tormentos. Tuve que venderles mi cuerpo a aquellos viejos babosos para conseguir suficiente dinero como para pagar la deuda, pero esta era cada vez más y más grande y no fui capaz de pagarla. Aquel día, 11 de septiembre, vi con mis propios ojos como aquel señor mató a mi madre clavándole aquella navaja en su fino y delicado cuello. Desde aquel día me prometí a mi misma y a mi madre que me vengaría por lo que ese asqueroso hombre le había hecho.

Y así es como he acabado aquí, entre todas las ratas, matándose los unos a los otros. Todo por venganza y odio.

El arte del amor y la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora