Capítulo 4 - Cloe

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Llegué a casa de madrugada. Mis manos temblaban, estaban sangrientas.También sentía un sudor frío por mi espalda.
Como siempre nada más llegar me di una ducha caliente, cada vez que el agua ardiendo se deslizaba por todo mi cuerpo sentía que me limpiaba y deshacía de toda la sangre de las personas a las que había matado anteriormente.

Ya eran las 6:00 a.m. y me tumbé en mi cama para intentar dormir. No conseguí pegar ojo en toda la noche, pero me gustaba ver cómo amanecía. Los colores cálidos invadían el cielo y atravesaban los cristales de mi ventana. Me encanta poner música clásica y bailar lentamente bajo los rayos de luz que entraban en mi cuarto, sentía que estaba sola en el mundo, que todo estaba bien. Mi cuerpo fluía suavemente al compás de la música y mis ojos brillaban como nunca. Estos momentos son los que me daban energía para seguir adelante.

Me tumbé bruscamente en mi cama, tenía la respiración agitada y una sonrisa reconfortante dibujada en mi cara. Cerré los ojos, quería disfrutar del momento.

Más tarde comí y me fui hasta la biblioteca. Solía ir frecuentemente para coger varios libros, me encanta leer. Adentrarse en una historia completamente, aislándote del mundo y metiéndote en la piel de los personajes, comprender cada uno de sus sentimientos y disfrutar de sus historias. Es un sentimiento bastante reconfortante.
Siempre volvía a casa con una gran cantidad de libros, los leía uno tras otro sin parar. Cada uno de un autor diferente, una historia diferente, una época diferente, personajes diferentes... Cada libro era diferente al anterior y todos me acababan gustando de alguna manera.

Cogí uno de los libros, se llamaba "indigno de ser humano", de Dazai Osamu. Escuché que era un escritor importante en la cultura japonesa y me llamó la atención está obra. Me fui a la playa y comencé a leerlo. Levanté la mirada al percatarme de que aquella chica acababa de llegar, y cómo no, me lanzó aquella sonrisa de siempre y volví a ignorarla. Seguí leyendo la historia, la cual me estaba atrapando, cuando de repente sentí una presencia detrás mía. Era aquella chica.

- Hola! Ayer al parecer te gustó cómo canté, ¿no es así? ¿Cómo te llamas?- una dulce sonrisa se dibujaba en su rostro, me ponía de los nervios.

- No te importa como me llamo, ah y respecto a tus dotes musicales, mejorables.- Fijo que si le dijera que me había gustado se le subiría el ego y no pararía de cantar, sería irritante.

- Vaya, si que eres dura. Bueno, yo me llamo Cloe, encantada- dijo con una mirada de decepción seguida de una sonrisa, de nuevo.

- Yo me llamo Tania, ¿contenta? Ya puedes irte.

- Me recuerdas a mi perro- dijo echando una carcajada.

- ¡¿Qué me estás llamando!?- como se atrevía a decirme tal barbaridad.

- Lo digo en el buen sentido, mi perro tiene muy mal humor, parece muy duro y a veces incluso muerde, pero en el fondo tiene un buen corazón, y sé que tú eres igual.- dijo mientras apuntaba con su dedo hacia mi pecho.

- Para empezar, no me compares con un perro, y ni siquiera me conoces, ¿por qué dirías que tengo un buen corazón?

- Intuición- dijo mientras se alejaba para volver a sentarse en su sitio.

Acabo de hablar con aquella chica. Mi corazón palpitaba con rapidez, esa chica me pone de los nervios. ¿Cloe? Es un nombre bastante bonito, le pega.

Hoy tampoco fui capaz de dormir, como siempre. Mi mente estaba llena de aquella chica, no sé qué necesidad tenía de hablarme tan de repente. Es raro que no tuviera miedo de hablarme, normalmente la gente huye nada más verme. Es extraño. No confío en ella.

No es la primera persona así con la que me topo, mi padre era igual. Siempre nos sonreía y era muy amable, parecía un buen hombre, pero simplemente eso, lo parecía. Luego nos abandonó.

El arte del amor y la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora