21 de agosto del 2017.
Suena el despertador.
Entre el cobertor azul marino y las sábanas cuadriculadas se encuentra Daniel, quejándose por la hora tan temprana que es, preguntándose si de verdad es tan importante ir a la escuela el primer día.
Pequeños rayos de luz entran a la habitación, iluminando cuatro paredes que conforman todo su pequeño mundo. Paredes grises, cafés; aquella simple imagen que resulta fresca a la vista.Apenas son las 5:35 AM, pero ya los camiones de basura suenan fuertes a través de campanas y gritos. Se escucha gente acercándose a ellos, con bolsas negras de desechos inorgánicos.
También suena la bocina del tamalero, el de los atoles, se escuchan voces de hombres que ya van apresurados al trabajo.Así es el mundo en el Distrito Federal, tan apresurado. Resulta impactante aquél caos a los ojos de los provincianos, pero para Daniel ya es común oír que la gente empiece su día desde temprano.
No deja de quejarse, le empiezan a doler los oídos de tanto ruido que se oye en la calle, todos los transeúntes que pasan afuera de la casa.
En un acto de inercia, se levanta, dándose cuenta de la baja temperatura que es. Dentro de las cobijas se sentía tan abrasador, pero con tan sólo 3C° se da cuenta de que podría pasar unos minutos más acostado en la cama, hasta que su cuerpo comience a acostumbrarse.
Después de siete minutos, se levanta, soñoliento, se pasa las manos por los ojos quitándose algunas lagañas. Pasa al baño y ve reflejado en el espejo a un muchacho completamente despeinado, de cabellos oscuros, con ojos negros y grandes, cejas delgadas al igual que sus labios; piel de color morena y sonrisa zurumbática.
Su mamá ya se había ido a trabajar una hora antes, dudosa vendedora de catálogos, ofreciéndolos a vecinos y amigos; por las tardes mesereaba en un restaurante de comida oaxaqueña, allá por San Ángel.
Daniel siempre tuvo la sospecha de que ella mentía sobre el oficio que realizaba, pero nunca mencionó palabra alguna.Su padre, quien era un alcohólico y estafador amateur, se había ido de casa seis años después de que naciera su hermana pequeña, Fernanda, a quien bautizaron así en honor a la bisabuela materna de Daniel, doña Fernanda González, quien era muy conocida en Coyoacán por preparar las mejores quesadillas estilo Garibaldi, o al menos eso decía la gente.
Daniel salió del baño, tomó su uniforme bien planchado y prosiguió a ponérselo.
Se quitó la T-shirt anaranjada que traía de pijama. Hubo un pequeño rose entre su mano y su pecho, esto le causó una ligera molestia.
Resulta que Daniel llevaba usando durante dos años vendas, para ocultar los relieves que su femenino pecho mostraban. A consecuencia de esto, habían aparecido moretones y marcas rojizas debajo del busto, además de un intenso dolor muscular.
Esto ahora no le interesó, se empezó a enrollar una venda sobre su pequeño pecho tantas veces, que comenzaba a asfixiarlo. Se puso encima una camiseta sin mangas, y arriba de ésta, la camisa escarlata con el escudo escolar. Se puso la falda gris y las medias blancas, tal y como lo solicitaban los profesores, y los zapatos boleados cuidadosamente. Agarró una chamarra del clóset y se la colgó sobre el hombro derecho.Se peinó su cabello ondulado con los dedos, el cual le llegaba a la altura de los hombros.
Se miró nuevamente en el espejo -el cuál era más polvo que espejo-, odiaba lo que veía reflejado en él: «un chavo disfrazado de chava» -pensaba él-, «todo se me ve mal, la falda, la camisa, los zapatos, parezco estudiante de catesismo; me vería mejor con un pantalón, o al menos me sentiría mejor»
Sí, su identidad no concordaba con lo que él veía, un cuerpo de mujer, cabello de mujer, ojos de mujer. Se sentía tan mortificado.Aún faltaban cuarenta minutos para las siete, la hora a la que él debía entrar a clases. Decidió ir a la sala y prender la televisión para matar el tiempo mientras llegaba la hora de partida. Se sentó en el sofá de tactopiel negro que estaba al lado de una pared gris; la cual estaba llena de calendarios con fechas tachoneadas y fotografías familiares enmarcadas.

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Con amor, Daniel.
Jugendliteratur"Hay algo que debo decirte, pero me apena mucho que te enteres así..., ni siquiera sé por dónde comenzar. No quiero decepcionarte, pero me llamo Daniel, y soy un chico trans." "Con amor, Daniel" es una novela juvenil inspirada en una historia real...