Hoy me desperté y era un día normal. Mis padres, como cada mañana, se habían ido a trabajar, y yo, como siempre, me he quedado en casa un ratito más. Me he duchado, me he echado crema (acción rara en mí, pero después de tantos meses de piscinas y calor, creí que quizá me vendría bien). Me acicalé un poco el pelo, me puse mi colonia favorita y salí por la puerta. Ese día me levanté pronto, había quedado para desayunar con Pablo, como cada mañana de los pasados meses de verano.
Aquel verano había sido probablemente el más especial de mis últimos 17 años de vida. Todos los días (o casi todos) los había pasado con Pablo. Íbamos a la piscina municipal del pueblo, volvíamos a comer. Siempre comíamos en su casa. Esto es porque mis padres, al trabajar hasta tarde todos los días de la semana durante todo el verano, no tenían tiempo para preparar comida. A mí siempre me dejaban en un tupper la comida hecha para el día, y para que no sospechasen nada de que no comía en casa, me cenaba ese tupper todas las noches. Pero claro, ¿cómo rechazar la comida de la madre de Pablo? Era una chef con un restaurante muy famoso en el pueblo, y sus croquetas y huevos rotos con patatas no pasaban desapercibidas por nadie que las hubiese degustado. Sin embargo, mi plato favorito y el mejor que nunca he probado es la crema de setas. ¡Se me hace la boca agua de solo recordarlo! Y claro, su madre no sólo nos preparaba la comida, sino que también nos hacía un bocadillo de merienda, puesto que las tardes las pasábamos dando vueltas por el pueblo. Sin embargo, a pesar de todos los momentos pasados con Pablo a lo largo del verano, los momentos más importantes para mí siempre han sido los desayunos. Cada día de este maravilloso verano, hemos ido a la cafetería más pequeñita del pueblo para degustar las extraordinarias tostadas de azúcar y miel, caseras, por supuesto, y el café cortado, el cual también está exquisito, pero no tanto como esas jugosas tostadas que tanto me gustan, o mejor dicho, nos gustan. No solo me encantan los desayunos por la comida, claro, sino por un pequeño detalle: Pablo siempre me trae una flor por las mañanas. Cada día de los últimos 3 meses, Pablo me ha traído una flor distinta a la hora de desayunar. Daba la casualidad de que Pablo cerca de su casa tenía una floristería, y cada día me regalaba una flor que le hubiese gustado ese día. Por supuesto, junto a la flor siempre había la misma dedicatoria "Espero que tu día sea tan bonito como esta flor". Como chica de 17 años que se ha criado con películas como Orgullo y Prejuicio, Crepúsculo, etc., ese detalle era la cosa más bonita y a la vez cursi del mundo, y a mí me encantaba.
Llegué a la cafetería a las 9:52 de la mañana, exactamente 8 minutos antes de la hora acordada. Para mi sorpresa, Pablo todavía no había llegado. Quizá la floristería tenía más clientes de lo normal. O quizá estaría preparando algo más por ser el último día antes de empezar las clases del instituto. A partir del día siguiente, solo nos podríamos ver los fines de semana, y eso nos mataba a ambos. Habíamos hablado de cómo mantener la relación viva, y una de las maneras más fáciles era sin tener que ocultarlo como durante todo aquel verano. Quizá mi padre no reaccionarían tan mal al hecho de que tuviese novio, pero sé que mi madre estaría enfurecida... Ella no tuvo novio hasta la universidad, y este fue mi padre. Siempre me ha dicho que "tener pareja conlleva un esfuerzo que, cuando eres muy joven, no puedes acarrear" y que no estaría lista hasta ser más mayor. En el momento en el que me dijo eso, hace dos años cuando me vio hablar con mi mejor amigo Samuel, me dio mucho que pensar. ¿De verdad tener pareja es para tanto? Yo hasta ese mismo momento, pensaba que tener pareja sería algo simple, sin muchas paradojas, pero resulta que quizá no llevaba razón.
Cuando vi aparecer a Pablo, supe que algo no andaba bien. Venía sin la flor, y sobretodo, sin su mayor atributo, su característica sonrisa.
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Olvidarte y otras cosas difíciles
JugendliteraturAquel verano con Pablo fue ideal: paseos por Madrid, los desayunos en aquella pequeña cafetería, las noches sin dormir... Todo eso cambió el día anterior a empezar mi último año de instituto. ¿Qué pasó con Pablo? ¿Por qué aquella mañana, después de...