De lo que Akaashi no se había percatado era de que entre menor era la distancia de su persona a la cabaña, mayor era el sentimiento de nostalgia y melancolía que inundaba su pecho y le era extrañamente familiar; pese a ello, no paró de ir en dirección a la pequeña construcción de madera.
No fue hasta que al acercarse lo suficiente ver una red de voleibol bien colocada fue lo que le hizo parar de caminar, ¿Por qué había una red de voleibol? Y lo más importante ¿Por qué lo que antes era nostalgia o melancolía se convirtió en pequeñas punzadas en su pecho luego de ver esta red?. Esto estaba muy raro y Akaashi comenzaba a perder su serenidad, mientras veía directamente dicha red comenzaba a pensar en soluciones racionales.
-...¿Akaashi? - Ese llamado le hizo al nombrado salir de su mundo, un escalofrío le recorrió su espalda.
-Esa voz...- susurró el pelinegro con confusión para sí mismo intentando reconocerla.
Akaashi volteó levemente su cabeza manteniéndose estoico sin dar un solo paso para a lo lejos divisar a un chico de cabellos blancos con algunos mechones grises y hasta negros, de complexión un poco musculosa, no demasiado, lo suficiente para que sus piernas y brazos se vieran tonificadas. Este se encontraba caminando en dirección al pelinegro con una sonrisa, sin embargo sus pasos fueron parando poco a poco cuando vió al contrario voltear, como si estuviera esperando la señal indicada para continuar.
Esa sonrisa...esa voz, eran imposibles de no reconocer para Akaashi, la eufória se apoderaba del de ojos azulados, las punzadas no paraban y aunque sentía un pequeño nudo en la garganta para él no era importante nada de eso en ese momento, no se lo creía.
- ¿Bokuto?- soltó con un hilo de voz de forma casi inconsciente, sin embargo lo suficiente para que el mencionado le escuchara. Este sólo agrandó un poco más su característica sonrisa y reanudó caminando con mayor rapidez en dirección al más bajo.
-¡Akaashi!- dijo alegremente el de ojos amarillos acortando la distancia que antes sobraba.
Keiji sólo se limitó a dejar brotar las lágrimas que antes amenazaban con caer en cualquier momento, terminando de acortar cualquier distancia que hubiera entre Bokuto y él, estrechandose en un fuerte abrazo que decía más que mil palabras, que demostraba todo lo que Akaashi en algún momento quizo decirle, seguramente si le hubiera abrazado con ese nivel de fuerza en el pasado, lo habría matado; pero ya no.
Ellos ya estaban juntos, aquí y ahora de nuevo, como debería haber sido.