CAPITULO 4

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—¿Estás loco o qué?

Seiya sujetó rápidamente el pie de Serena cuando esta intentó apartarlo.

—En absoluto. El otro día te oí lamentarte de que no llegabas a pintarte las uñas de los pies. Así que, ¿qué clase de antiguo amante sería si no me presto a pintártelas yo?

Serena trató de protestar con los ojos abiertos de par en par por la sorpresa. Abrió la boca para decir algo, pero finalmente la cerró en silencio.

Seiya se fijó en el color rosado que cubrió las mejillas de ella, lo que le daba un aspecto increíblemente sexy, junto con el brillo de sus ojos azules y el temblor de sus labios carnosos. Esos labios cuyo sabor él conocía tan bien.

Ella sacudió la cabeza, tratando de reaccionar. —Tampoco me lamenté tanto.

—Muy bien, pero reconoce que sí te quejaste. —Insisto en que no fue para tanto.

Seiya alcanzó una silla para sentarse y colocó el pie de ella sobre sus rodillas.

—En cualquier caso, te las voy a pintar quieras o no —dijo él, abriendo el frasco—. ¿Algún consejo que darme? Porque te advierto que es la primera vez que voy a hacer esto.

—Lo primero tienes que haces es escurrir el líquido sobrante del pincel con el borde interior del frasco. Pero, ¿se puede saber por qué quieres hacerlo?

Él comenzó a pintar el dedo gordo.

—Ya te lo he dicho —contestó, volviendo a meter el pincel en el frasco—. Porque tú te quejaste de que no te las podías pintar tú sola.

—¿Y por qué no has contratado a alguien para que lo haga? Él la miró y sonrió.

—Eso no hubiera sido tan divertido como hacerlo yo mismo. Apuesto a que ningún hombre te había pintado antes las uñas de los pies.

—Pues sí.

Seiya se detuvo y notó dentro de sí unos tremendos celos. —¿Quién?

—Jadeite —contestó ella con una sonrisa—. Y con la mano firme de un cirujano. Seiya se sintió aliviado al oír el nombre de su hermano. En cualquier caso, no le gustaba el que ella pudiera despertar ese tipo de emociones en él. Continuó pintándole las uñas de los pies en silencio.

—Me gusta el color que has elegido —dijo ella después de que él comenzara con el otro pie.

—He estado investigando —comentó él, pensando en que hasta sus pies le resultaban sensuales.

—¿Investigando?

—No te muevas —advirtió él—. Imagino que no querrás que te pinte de color rosa azalea todo el pie. Y sí, estuve investigando, aunque no revelaré mis fuentes.

Lo cierto era que se lo había contado Lita, la cuñada de Serena, el día en que habían tomado café juntos.

—Pues quiero saber quién te lo dijo.

—Muy bien. Pues déjame quedarme esta noche.
Ella parpadeó y luego trató de tragar saliva.

—No puedo imaginar para qué quieres quedarte a dormir con una mujer que está embarazada de siete meses.

—Puedo enumerarte varias razones. ¿Quieres que lo haga? —la miró fijamente a los ojos—. Bien, pues quiero verte desnuda a la luz de la luna con tu vientre abultado, donde está mi hijo. Me gustaría acariciarte y lamer tu cuerpo. Me gustaría...

PROHIBIDO ENAMORARSE... **HIATUS**Donde viven las historias. Descúbrelo ahora