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Los domingos se le hacían demasiados perezosos como para hacer algo. La última lluvia de la estación comenzó a inundar la ciudad. Sakura observó las gotas deslizándose por la ventana.

Había terminado sus tareas de la semana. Terminó las solicitudes para la universidad y había preparado las materias que estudiaría el primer año de medicina.

Dibujó con su dedo garabatos en la ventana.

Odiaba estoy días, demasiados estereotipados. Siempre relacionado con la tragedia. La radio sonaba a un volumen bajo, algo sobre que las lluvias no terminarían y que la primavera comenzaría con los primeros chaparrones.

— Sakura, pregunta tu madre si vas a comer.

—¿Qué te he dicho de entrar a mi habitación sin avisar? —exclamó molesta. Su padre se encogió de hombros.

— Te he estado llamando desde hace rato. ¿Acaso preferirías que viniera tu madre?

Sakura suspiró y frunció el ceño. ¿Es que acaso sus padres no entendían que ya no era una niña?

Se dirigió de nuevo hacia su escritorio.

— No tengo hambre — dijo apilando sus papeles.

— ¿Segura? Sé que esos son síntomas de tu adolescencia. Cuando las niñas crecen y se...

— ¡Largo! — exclamó furiosa y sintiendo sus mejillas arder.

Cuando escuchó la puerta cerrarse de nuevo, se apoyó en el respaldo de su silla y masajeó su sien. Bufó con molestia y comenzó a rebuscar en su cajón y fue cuando se dio cuenta.

Cierto, el celular lo había dejado en casa de Hinata.

Cerró el cajón que sonó con estruendo. No le inquietaba que Hinata pudiera leer lo que había escrito, conocía a su amiga y sabía que no sería de husmear aunque estuviera en su vista.

Lo que le inquietaba era sino ese aguijón en su nuca molestándola. Creyó que al dejar el celular podría respirar mas tranquila, pero esa sensación de pesadumbre no se había ido.

La primera vez, creyó que era una broma. Al ver el celular sobre la mesita de luz, lo creyó como un regalo de su padre. Pero no era posible, Sakura veía esos aparatos como una fuente de distracción para los estudios. Su padre la conocía, y sabía que si había algo que a ella no le gustara terminaría en la basura. No, su padre no se arriesgaría. Sin embargo, para despejar las dudas, le preguntó. Su padre solo enarcó una ceja y comenzó a decir que tal vez se tratara de que estuviera en sus días.

Cuando lo revisó, solo contenía la aplicación de notas y cada uno titulada con un número.

No le mintió a Hinata cuando dijo que lo leyó completo, una y otra vez hasta sabérselo de memoria. Pero era algo tan inexacto, alguien como ella que distaba de creer en la magia o los viajes en el tiempo que lo dejó en el fondo de su mochila. Por lo menos hasta que Sasuke llegó a la escuela.

Fue la primera que se cumplió. Tampoco seria la última.

Observó su reflejó. Se hizo una coleta en alto, arregló su uniforme y se puso perfume.

Se mantuvo unos minutos observando su reflejo. El canto de las aves ingresaba por la ventana al igual que la luz de la mañana.

Según la nota número diecinueve, hoy debería cambiar lugares con Hinata ya que la emparejaran con Naruto para limpiar las piscinas. Y a Sakura con Sakura.

"No seas cobarde. Sabes lo que quieres."

Observó su reflejo e hizo una mueca.

—Que estupidez —dijo. Se colocó su maletín y cerró de un portazo su habitación.

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